Tras casi cinco años al frente del gobierno de la junta militar, el general golpista Prayut Chan-ocha, monárquico empedernido y de carácter iracundo, quiere seguir mandando en Tailandia, esta vez, ungido con la legitimidad que emana de las urnas este domingo.

De todos los candidatos a encabezar el próximo Ejecutivo, Prayut, nominado por el Phalang Phracharat, un partido promilitar creado a la sombra de la junta, es el que parte con mayor ventaja.

No lo es tanto por un abrumador apoyo popular, que las encuestas no reflejan, como por la descarada manipulación de instituciones y leyes que le allanan el camino, incluido un Senado elegido a dedo que votará junto al nuevo Parlamento al futuro jefe de Gobierno.

Nacido hace 65 años en el seno de una modesta familia del noreste del país, Prayut ha dedicado toda su vida a una carrera militar que le ha mantenido cerca de constantes intrigas de poder y que en 2010 le llevó a ser nombrado jefe del Ejército.

Tras salir de la academia en 1976, se incorporó a la unidad que se convertiría en la Guardia de la Reina, que alberga a los llamados Tigres del Este, la facción predominante del Ejército en la última década a la que pertenece.

Poco después se trasladó a Bangkok donde comenzó a tejer la red de relaciones que lo llevó a lo más alto del escalafón militar pese a contar con una escasa experiencia en combate.

"Su madre trabajaba al servicio de la Reina (Sirikit). Esto le dio la oportunidad de contactar con gente de las élites y de ascender a nivel de Palacio", dijo Surachart Bamrungsuk, experto en asuntos militares y seguridad de la Universidad de Chulalongkorn.

Su nombre comenzó a despuntar en 2006, cuando asumió la crucial seguridad de Bangkok en el golpe de Estado contra el primer ministro Thaksin Shinawatra, líder del movimiento político enfrentado a las élites de la capital que gana todas las elecciones desde 2001.

"Fue su primera experiencia como golpista", señaló Surachart.

Se le sitúa también en el amaño que en 2008 permitió formar el gobierno pro-establisment de Abhisit Vejjajiva, después que dos gobiernos pro Thaksin fueran disueltos por los tribunales en medio de las protestas de los monárquicos "camisas amarillas".

Al asumir el mando del Ejército, supervisó la operación militar que aplastó las protestas de los "camisas rojas", seguidores de Thaksin, que causó 90 muertos en el corazón comercial de Bangkok.

Pareció llevarse bien con la primera ministra Yingluck, la hermana de Thaksin, cuando en 2011 los thaksinistas volvieron al gobierno.

Pero al final, acabó arrebatándoles el poder tras meses de protestas callejeras que, según reveló su líder y exnúmero dos de Abhisit, Suthep Thaugsuban, fueron orquestadas desde un año antes del golpe junto al propio Prayut.

Tras la asonada, el jefe del Ejército se jubiló, si bien conservó su puesto al frente de la junta, y se hizo elegir primer ministro por un Parlamento títere que el régimen formó con acólitos.

La reconversión en político del general seco y tajante puso al descubierto a un personaje lenguaraz, un sermoneador infatigable que aun mantiene su programa semanal de televisión desde el que alecciona a la población pese a su audiencia irrisoria.

Intolerante ante toda muestra de disidencia, también ha mostrado un carácter iracundo y propenso a perder los papeles ante la prensa, hasta el punto de tirar una piel de plátano contra un cámara o bromear con ejecutar a periodistas molesto por sus preguntas.

"Desde que es primer ministro se expone al público y se muestra tal como es. Su personalidad real, una personalidad autoritaria", señaló Surachart.

Autor de media docena de baladas con letra patriótica y meteduras de pata diversas, el general ha sido objeto recurrente de burla de humoristas aunque, según el académico, esto "sus seguidores lo ven como señal de honestidad. De que es auténtico".

En las últimas semanas, el general ha buscado modular su imagen con una campaña en la que se presenta como una persona afable, que no se enfada y hasta con un aire más juvenil.

Si esto le da resultado o no, no se sabrá oficialmente hasta pasada la coronación del rey Vajiralongkorn, el 4 de mayo.

Prayut, que según la mayoría de analistas lideró un golpe pensado para garantizar una transición ordenada tras la muerte del rey Bhumibol, fallecido en 2016, permanecerá en el cargo hasta entonces.

Después, sea cual sea el resultado, los militares conservarán intacta su capacidad de injerencia gracias a la profunda reforma introducida por la junta.

Pero quedará por ver si son Prayut y sus socios de la junta los que mueven los hilos o si les desplaza el nuevo liderazgo del Ejército que se consolida bajo el nuevo reinado.