La frase final del vicerrector de Investigación de la Universidad de La Laguna, Francisco Almeida, resume la filosofía de la visita realizada ayer al Estabulario y Animalario de la Institución académica en el Campus Anchieta: "Habrán comprobado que no maltratamos a los animales". Al contrario. Se les trata con escrupuloso cuidado por la cuentas que les trae. Y es que ratones, ranas o conejos son propiedad de los científicos que pagan por llevarlos allí, por su conservación en las condiciones adecuadas y por el uso experimental que se les da. Todo bajo un estricto control legislativo y el exquisito equilibrio obligado entre bienestar animal y ciencia.

Así lo explicó, con detalle y didáctica, María Rosa Arnau, veterinaria, doctora en medicina, miembro del Comité de Ética y responsable del servicio, durante los aproximadamente 45 minutos de recorrido por una decena de salas ubicadas en dos largos pasillos como un rectángulo alrededor de la llamada barrera, antesala de un área totalmente aislada a donde no se permite el acceso sin antes ducharse y colocarse ropa estéril. El grupo invitado también tuvo que ponérsela antes de empezar la ruta junto a Arnau, Almeida y el director del SEGAI, José Luis Rodríguez, entre otros. El periplo concluyó en los quirófanos, donde se opera a los animales y muchos médicos se forman, y en el lavadero, símbolo de la limpieza que impera.

El Estabulario es parte del organigrama del Servicio General de Apoyo a la Investigación (SEGAI) y tiene su sede justo enfrente de la nave nodriza.

Toda una joya de la ULL donde los científicos se encargan de conservar y tratar a los animales que utilizan los investigadores no solo de la institución académica, sino también de unidades de los hospitales públicos tinerfeños. Actualmente, conserva ejemplares de ratones, ratas, conejos (enormes), ranas (de una raza especial sudafricana) y mosquitos (anófeles del barranco de Tahodio), que se emplean en diferentes proyectos. Entre ellos los de prestigiosos científicos como Teresa Giráldez, Eduardo Salido, Basilio Valladares o Félix Claveríe. Así lo explicaron sus colegas Patricia, Javier, Silvia -"no les pongo nombre a las ratas, para mí todas son Manolas"- o Elva, que desarrollan su actividad laboral a diario. En total la plantilla la forman un técnico superior, dos especialistas y cuatro oficiales más personal técnico de apoyo.

Arnau explicó que esta infraestructura científica inscrita en la Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca está sometida a una estricta legislación que fija las condiciones de conservación de los animales y la formación que debe poseer el personal.

Muchos de los especímenes están tratados para desarrollar dolencias específicas y así poder probar en ellos determinados tratamientos. Ratones para un proyecto sobre enfermedades renales; ratas utilizadas para una investigación sobre cáncer de mama o mosquitos para probar un prototipo de pintura con capacidad para matar a estos insectos, responsables de infecciones que afectan a un tercio de la población mundial. Sin olvidar modelos para la lucha futura desde la farmacología contra la diabetes, el párkinson o la osteoporosis. Toda una experiencia.

LAS CIFRAS

2.200 euros fue lo que se le pidió a un centro vasco por llevar 17 ratones en cuatro cajas desde aquí. Prefirieron mandar a un investigador.

1.200 solicitudes anuales para venta, importación, alojamiento, asistencia, quirófanos y laboratorios...

500 escolares visitan el centro cada año en actividades de formación que desde aquí se da en institutos de Santa Cruz e Icod de los Vinos.

3.000 ratones es la población total, 1.289 dentro de la barrera y 1.290 fuera.

9.000 euros costó la cepa más cara de ratones transgénicos.