La mortalidad por cáncer está disminuyendo poco a poco. Y más que eso, la supervivencia, la cantidad de años que un paciente vive con la enfermedad. Que sea ella la causa de muerte o que en el transcurso de esos años otras, algunas relacionadas con la necesaria agresividad del tratamiento, ocurran determinará qué es lo que aparecerá en el certificado de defunción. Puede morir por un infarto de miocardio, un ictus, una neumonía facilitada por una gripe o un accidente de vehículo. En esos casos el cáncer no aparecerá como causa de muerte, no lo recogerán las estadísticas de mortalidad y no sería una enfermedad mortal. Porque mortal es una característica definitoria del crecimiento anormal de estas células en el organismo. Cuando no tiene capacidad de matar lo denominamos tumor benigno. Hay muchos. En el intestino, los pólipos; en la próstata, la hipertrofia; en las mamas, los fibromas. Pero también entre lo que denominamos cáncer muchos no tienen capacidad mortal o la tienen muy baja. Son tumores en los que se cumplen todas las normas para denominarlos malignos en cuanto al comportamiento celular y tisular, pero que no son agresivos. O el sistema inmunológico es capaz de contenerlos incluso de eliminarlos. Es lo que denominamos sobrediagnóstico, un fenómeno que empezamos a conocer cuando evaluamos el diagnóstico precoz. Hoy sabemos que algunos de los cánceres que detectamos y tratamos nunca hubieran producido daños. Pero aún no sabemos cuáles. Los avances de biología molecular nos ayudarán a distinguirlos.

¿Cómo mata un cáncer? La teoría tradicional dice que es por invasión: llega un momento en que está tan ocupado el órgano o tejido que deja de cumplir su función. Pero eso significaría que para matar tendría que invadir un órgano vital. Y no siempre es así. Esta teoría de una lucha cuerpo a cuerpo en el que el cáncer gana la partida y se queda con el territorio puede explicar parte del problema, pero no todo. Yo creo que la muerte por cáncer se produce merced a armas más sofisticadas: el conjunto de proteínas que originan esos genes alterados producen disfunciones metabólicas severas. Es como si en esa guerra del cáncer contra el propio cuerpo, la infantería se infiltrara por órganos y tejidos y la aviación dejara caer bombas moleculares en todo el organismo.

El primer tratamiento médico con éxito lo realizó De Vita hace más de 50 años con una agresiva combinación de quimioterápicos para rescatar de la muerte a una mujer que padecía linfoma de Hodgkin. Se abría la era de la quimioterapia, que con enormes daños colaterales produjo un incremento apreciable de la supervivencia. Poco a poco, el porcentaje de personas que vive con cáncer al menos 5 años desde el diagnóstico ha ido en aumento. En parte porque el cáncer se diagnostica antes. Y aunque el tratamiento no sea eficaz, simplemente por empezar a conocer antes la enfermedad aumenta la supervivencia. Por eso es preciso compararla por estadios al diagnóstico. Y vemos que en esas etapas finales, cuando ya el organismo está a punto de darse por vencido, cuando ya muchos de sus órganos y tejidos están invadidos por esas células rebeldes, la vida se ha alargado no sólo semanas, como hasta hace no mucho, sino meses e incluso años. Es el beneficio de estas terapias caras, con incontables efectos secundarios, pero eficaces. El interés que tiene la investigación básica, casi siempre ligada a universidades, y la farmaindustria, ésta produciendo una explosión de fármacos potencialmente útiles. Hay un horizonte prometedor en un presente mucho más benigno que hace sólo 20 años. Todavía estamos lejos de transformar el cáncer en una enfermedad crónica, como se logró con el sida, pero la posibilidad de que esto ocurra no es pequeña.

Estos éxitos obligan a hacer un esfuerzo para adecuar la atención sanitaria a los pacientes con largas supervivencias, que pueden vivir con algunos daños directos y colaterales. Tenemos que aprender a reconocer y tratar los efectos adversos y enseñar a convivir con los que no se pueden controlar. Tenemos que decidir cuál es el lugar más apropiado para atender cada uno de los problemas. Y tenemos que fortalecer esos servicios, sea la atención primaria o los especializados, para poder dar una respuesta cabal.

La cronificación de las enfermedades es una victoria que conoce bien el sistema sanitario. Hoy la mayoría de los ingresos y una buena parte de la demanda de atención primaria es por enfermedades crónicas, cardiovasculares, respiratorias, diabetes? El cáncer se suma a esta lista. Aunque todas las enfermedades son únicas, las peculiaridades biológicas y sociales de esta enfermedad exigen un abordaje específico, con un énfasis en los aspectos psicoemocionales y en el manejo correcto del dolor, que puede a veces ser muy agobiante. Es un reto que hace años el sistema sanitario se prepara para afrontar y que ya no puede demorar más.