Emilio Baudet comparte con Gilberto Cayol el título de mejor portero de la centenaria historia blanquiazul. Nacido en Santa Cruz de Tenerife en 1905, fue el único de sus hermanos (cuatro varones y dos chicas) en aficionarse al football, extraño deporte originario de las Islas Británicas que entonces se daba a conocer entre la sociedad chicharrera. Y aunque el joven milio destacaba en los equipos escolares del colegio San Ildefonso en la peculiar posición de goalkeeper, su salto a la fama se produjo de forma casual.

La culpa la tuvo una gira por la vecina Isla del Tenerife Sporting Club, goleado en sus enfrentamientos ante Gran Canaria y Victoria. Fue entonces, en la víspera del choque frente al potente Marino, que cerraba la excursión, cuando un directivo recordó que aquel pibe que brillaba como escolar en el San Ildefonso estaba interno en el colegio La Soledad de la ciudad de Las Palmas. Baudet no dudó en aceptar el ofrecimiento de representar al Tenerife... pese a la negativa del director de La Soledad, que no le dio el preceptivo permiso para abandonar sus instalaciones.

"Al final me fugué y pude defender la puerta del Tenerife", recordaba el propio Baudet a Secundino González, Tinerfe, en una entrevista concedida a JORNADA DPORTIVA en enero de 1981. sa tarde nadie pudo batir a Baudet (0-0), quien ofreció su primera exhibición en el campo spaña de la capital grancanaria, donde su presencia provocó siempre una expectación singular. Su clandestino estreno no solo le permitió al Tenerife arrancar un empate, sino que animó a Baudet a volver a casa. Pocas semanas más tarde haría su debut oficial en el viejo campo de Miraflores.

Fue el 19 de enero de 1921 ante el Ardeola FC, equipo de profesionales ingleses enrolados como tripulantes en el vapor Ardeola, construido en 1912 por la compañía Yeoward Lines. La portería del Tenerife no tenía dueño. La retirada de Maximino Acea creó un vacío difícil de llenar. Martínez, el último en intentarlo, abandonó dolido con las críticas vertidas por l Progreso tras una derrota ante el Victoria en Miraflores. "l chico estuvo en la higuera. Sobró toda la tarde y el público pidió que fuera retirada aquella criatura de tan comprometido puesto", apuntó el cronista.

Con Baudet no hubo dudas y ya destacó en su debut contra los pross ingleses. Por sus reflejos y su seguridad por alto, al exhibir una facilidad desconocida para blocar los balones centrados sobre su portería con criterios impropios de la época. "No permitía a mis defensas estar en el área pequeña, pues ese espacio era mío y quería tener una visión clara de los centros", mantenía Baudet, que ese día interceptó todo el peligro de los británicos, acostumbrados a imponerse en el juego aéreo. n la segunda parte, los goles de José Cabrera y Graciliano Luis sellaron el triunfo local.

Al acabar el choque, como era costumbre, ambos equipos "acudieron a tomar un refrigerio al hotel Colón". Con el tiempo, Baudet formaría un trío legendario junto a sus dos compañeros de zaga: Rodríguez Bello (ausente esa tarde al jugar un año en Cuba con el Canarias Sporting Club) y Manolo Cabrera. Con ellos formaría parte del nuevo Tenerife fundado en 1922, que se mantuvo invicto en competiciones domésticas año y medio, durante más de cincuenta encuentros. Y con ellos también deslumbró en una gira por Madeira, donde los medios locales lo veían "superior a [Ricardo] Zamora".

También brilló en el estreno del Heliodoro (1925) y cada vez que acudió al campo spaña. Allí se midió siete veces al Marino y detuvo los cinco penaltis con los que fue sancionado el Tenerife en esos choques. Al sexto intento acertó Rafael González y su bota derecha, "con la que batió a Baudet", se expuso en un escaparate de la calle Triana. n su siguiente visita a Las Palmas le detuvo tres penaltis al Santa Catalina. "Tenía una intuición especial para los penaltis", le admitió a Tinerfe en una entrevista en la que reconocía que su mejor virtud era "mandar y colocar a los defensas".

Titular indiscutible durante más de un lustro, llegó a jugar de ariete al ser desplazado por Gilberto Cayol. Aún así, recibió ofertas del Sevilla, del Aston Villa inglés y, en enero de 1929, de un Real Madrid que contaba con Cabo y Vidal, pero quería reforzarse ante el inminente inicio de una nueva competición: el Campeonato de Liga. Baudet exigió 20.000 pesetas en el momento de firmar y 1.500 pesetas mensuales. l Madrid tardó en contestar y el guardameta decidió "hacerle caso a mi madre y seguir en la Isla". Dos años más tarde el Madrid fichó a Zamora. Solo entonces ganó la Liga.