DE REPENTE saltan a la palestra diversos personajes que han obtenido premios o prebendas fuera del ámbito de ayuntamientos que otorgan estos nombramientos que no se entiende el motivo de esa distinción, lo que hace que se piense que lo que les mueve es el adulamiento, el sinsentido o alguna que otra simpleza incomprensible.

Los ayuntamientos, supongo, tendrán un reglamento de honores y distinciones que aplicarán según sus contenidos. Pero la lógica nos hace pensar que deberán ser considerados hijos adoptivos o predilectos de una determinada ciudad o pueblo aquellos que sin ser de esa ciudad o de ese pueblo han convivido de manera cotidiana e intensa con el resto de los habitantes naturales de ese municipio. O sea, que han sido como uno más. Han sufrido con ellos las penurias y las incertidumbres y han compartido, asimismo, todos los parabienes que conjuntamente han logrado para su entorno político-convivencial.

Supongo que será así para que ese título tenga la raigambre y prestigio suficientes y que sea demostrativo del cariño de, al menos, la mayoría de un pueblo o ciudad y no de una corporación municipal determinada por muy representativa que sea, guiada no se sabe por qué, para que a este o aquel, por muy famoso e importante que haya sido, por los muchos premios que haya recibido, el pueblo que le concede ese título apenas lo conoce, no ha transitado por sus calles y sólo sea la referencia de este o aquel paraje que de manera rápida y fugaz lo ha mencionado en este o aquel escrito.

Por eso, ante esto, da la sensación de que para que se nombre a cualquiera hijo adoptivo o predilecto no es fundamental que haya compartido vivencia alguna con el resto, ni se haya preocupado por sus vicisitudes, ni que haya tomado parte desde cualquier tribuna como bien pudiera ser la periodística o la fabulación para debatir y orientar asuntos de la ciudad con el resto. Es otra cosa.

No es bueno devaluar esta distinción, y menos que sea sospechosa de ser otorgada y fuera de un contexto donde la ciudad de referencia no ha tenido nada que ver en la vida de la honorable persona a homenajear; ni que el personaje haya sido representante de cuestión alguna donde esté implicada la corporación municipal.

Debe ser, por extensión, una distinción muy selectiva para que los que conviven con ese ayuntamiento y siendo colaboradores de él no se sientan ninguneados, y que desde una posición encantadora se le eleve sobre los demás y se fijen por puro diletantismo o por mera fantasmada, o por no ser menos que aquellos ayuntamientos que han ido por ese camino y que han encumbrado al personaje que no sólo se ha forrado con la venta de sus libros, que no digo que no hayan contribuido a poner orden en el mundo o despertar conciencias, aunque la suya haya sido fracturada por la política y la ideología, sino que seguramente cuando le den el nombramiento ni se entere dónde está, estreche la mano de manera flácida, emita una sonrisa de semicomplacencia y comprometida y salga corriendo porque su apretada agenda le reserva mayores y mejores menesteres. Por lo que, ante esto, se ve que es la virtualidad y la estolidez lo que manda, y la seriedad o el poner las cosas en su sitio, como que no.