A MÍ, que ya no me asombro de casi nada pero que sigo haciéndome algunas preguntas sobre determinados temas, me parece raro que en Las Palmas se hable con tanta naturalidad de la tercera pista de Gando, mientras que en Tenerife salgan los de siempre a la calle para montar una bronca monumental cada vez que se menciona la segunda pista del Reina Sofía. Qué casualidad. Porque si admitimos como válidos los argumentos del aumento -más bien del no aumento- del tráfico de pasajeros para justificar la innecesidad de ampliar el citado aeropuerto tinerfeño, cabe suponer que el mismo criterio se debe aplicar ahí enfrente. Tengo entendido que las leyes de la física valen lo mismo aquí que en los confines del Universo, de la misma forma que los principios de la economía deberían ser los mismos en Tenerife que en la isla amarilla. Aunque parece que no.

El caso es que nadie parece oponerse a que Las Palmas tenga un aeropuerto mayor, mientras que muchos consideran un atentado insufrible contra el entorno ampliar uno por el que entra y sale la mayor parte de los casi cinco millones y medio de turistas que recibe Tenerife cada año. No lo entiendo. O sí lo entiendo, pero prefiero no poner por escrito conclusión alguna. Pregunto, no afirmo, si será verdad que ciertos grupos pseudoecologistas que pululan por aquí están pagados con dinero de allá. Sería grave, aunque no creo que ocurriese nada. Aquí ningún político da un paso por miedo a que, simplemente eso, le quiten el saludo en la acertadamente calificada en los editoriales de este periódico como la tercera isla en tamaño y la segunda en población. Unas afirmaciones -las contenidas en estas dos últimas líneas- suficientes para condenarme como pleitista y divisor de los canarios. Nadie se rasga las vestiduras, en cambio, cuando en Las Palmas alguien dice exactamente lo mismo aunque en sentido contrario. Verbigracia, Román Rodríguez, quien hace unos días empujó al presidente del Cabildo tercero -un socialista sensato, no un exaltado por Juan López o Santiago Pérez- para que apostillase su tesis del expolio tinerfeño. Ningún medio de comunicación, ni siquiera los de Tenerife -salvo EL DÍA- hizo la menor objeción. Por los editoriales de EL DÍA, en cambio, hasta se ha reunido el Parlamento para reprobarlos.

Pienso que el Parlamento de Canarias es la institución más respetable de este Archipiélago. En el Gobierno autonómico está un partido (en este caso dos, en virtud de un pacto), pero en la Cámara legislativa están representados todos los que legalmente sustantivan mayoritariamente la voluntad de los canarios. Lógico es que el Parlamento defienda la unidad del Archipiélago porque esa es una de sus tareas fundamentales. Pero entonces, ¿por qué no reprueba a Román Rodríguez y a su partido NC-Nueva Gran Canaria, constituido y potenciado con la misión primordial -yo diría que la única- de favorecer los intereses de Las Palmas? Si se hace la vista gorda con unos habría que hacerla con todos; y si se carga contra unos, con razón o sin ella, habría que cargar contra todos. Lo otro tiene muchos nombres, entre los cuales el de parcialidad resulta el menos feo.

Nada más lejos de mi intención avivar un pleito que en realidad no existe. Tan sólo reitero una pregunta con el deseo de recibir una respuesta: ¿por qué sí tres pistas en Gando y no dos en Tenerife Sur?