Mujeres que no cuentan con el apoyo de una familia y no han tenido un referente maternal estable es el perfil de las usuarias de Atacayte, el programa de acogida de Cáritas para mujeres con hijos.

Abierto desde 1995, Atacayte ha dado cobijo a 450 madres a lo largo de su historia, pero fue hace unos pocos meses cuando atravesó sus momentos más difíciles con la amenaza de cerrar sus puertas por los recortes del Gobierno de Canarias. Esto podría haber provocado que una decena de mujeres con sus hijos se "quedara en la calle", explica la coordinadora del programa de Cáritas, Alejandra Hernández.

"No queremos ni recordar cómo lo pasamos. Las madres estaban desesperadas porque se iban a quedar sin el único techo que da cobijo a sus hijos y la alternativa para que reciban un plato de comida", recuerda Alejandra, quien asegura que las tres únicas trabajadoras del centro que quedan "llegamos a ofrecer nuestro empleo con tal de que no cerraran la casa".

Por fortuna, Cáritas fue capaz de encontrar los recursos necesarios para mantener este centro y en la actualidad continúa siendo un hogar para estas familias monoparentales.

Aunque solo dispone de diez plazas, Atacayte acoge en la actualidad a doce mujeres. "Contamos una plaza más porque una de las hijas de las usuarias acaba de cumplir 18 años y ya se cuenta de forma individual, aunque como sigue en un límite puede permanecer aquí. Además, tuvimos que crear una vacante de urgencia para una gestante que estaba viviendo en la calle", explica la coordinadora.

La edad de las mujeres que acuden a este servicio va desde los 18 hasta los 40 años, y aunque todas acaban en esta casa por circunstancias diversas comparten un realidad común: "no tienen recursos económicos ni apoyo familiar, y tampoco han tenido referentes maternos estables, pues algunas se criaron en centros de acogida", explica Alejandra.

Este el motivo por el que, además de orientación laboral para salir adelante, las trabajadoras de centro enseñan a estas mujeres cómo educar a sus hijos.

Los diferentes caracteres, a la hora de la convivencia, chocan en ocasiones entre ellas, pero "lo controlamos o arreglamos los problemas que surjan porque debemos cumplir unas normas, y lo principal son los niños", relatan algunas usuarias, en cuyos rostros aún se refleja el miedo que pasaron hace unos meses cuando casi "nos quedamos en la calle".

Las normas son muy sencillas: una convivencia tranquila con un reparto de los trabajos de la casa, un horario para las diferentes comidas y dormir e intentar llevar a los niños al parque que está al lado del inmueble.

La casa de Atacayte se caracteriza por la sencillez de sus estancias, con una habitación para que cada una de las usuarias duerma con sus hijos caracterizadas por muebles básicos y un baño con varios aseos que comparten. Cada usuaria se encarga de la limpieza de su dormitorio y para las zonas comunes se reparten el trabajo por turnos. Además, cuentan con una ludoteca donde los menores juegan e interactúan entre ellos.

Pese a esta sencillez, todas las usuarias, aunque confiesan que al principio "es muy duro adaptarse a esto", se sienten agradecidas por tener un techo y comida para sus hijos.