No es, ni mucho menos, una de las nacionalidades con más presencia en Canarias -ni en el resto de España-, pero pocas comunidades como los chinos han concentrado a su alrededor tantos rumores y comentarios -algunos hasta divertidos de puro surrealistas-, hasta conformar algo muy parecido a una leyenda negra.

La mayoría de esta rumorología se formula a través de preguntas que empiezan, de forma invariable, de esta manera: "¿Has visto alguna vez...?". ¿Has visto alguna vez el entierro de un chino? ¿Has visto alguna vez a un chino en la playa? O incluso: ¿has visto alguna vez a un chino poniendo gasolina? No faltan, tampoco, los que les suponen beneficiarios de inexplicables privilegios fiscales, ni los que sospechan que sus restaurantes están misteriosamente exentos de inspecciones sanitarias o laborales.

Con los conocimientos y experiencia que acumuló durante sus años como corresponsal en China, el periodista Ángel Villariño trató de dar respuesta a alguna de estas dudas en su libro "¿A dónde van los chinos cuando mueren?", en el que buscó ofrecer un retrato de esta comunidad equilibrado y ajustado a la realidad. "Los chinos tienen, efectivamente, algo parecido a una leyenda negra. Pero como ocurre con la leyenda negra española que montaron los británicos, está desarrollada con base en algunos hechos reales", explica a EL DÍA.

Estos factores ciertos que alimentan la leyenda son el "hermetismo" de las comunidades chinas, su "increíble" éxito comercial y también "la ilegalidad que ha acompañado a buena parte del fenómeno migratorio y económico chino en España", añade Villariño.

La rapidez con la que ha crecido en los últimos años la inmigración china hacia España, y hacia las Islas, y su especialización en actividades económicas que "originan una cierta concentración espacial" también han hecho, según Josefina Domínguez Mújica, profesora de Geografía Humana de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), que la "percepción de su importancia" se haya magnificado, pese a que se trata de una comunidad "reducida o muy reducida".

Los datos hablan: la población china en Canarias solo representa el 2,73% del volumen total de foráneos (3,09% en el conjunto del país), aunque es quince veces superior a la que había en 1998 (15,5 en España). Así se recoge en el padrón continuo de población. En cuanto al censo (algo menos fiable en este aspecto), en 2011 registraba 7.272 ciudadanos chinos frente a los 1.434 de 2001.

El rumor que les atribuye privilegios fiscales de los que no disfrutan los nacionales procede, precisamente, de su mismo éxito comercial. "No me consta que hayan disfrutado de ventajas fiscales ni nada parecido, pero sí han aprovechado la falta de controles de la economía y la sociedad españolas para que sus negocios crezcan más rápido", indica Ángel Villariño. La conclusión que puede extraerse es que el fraude existe, pero es general a la sociedad de nuestro país y obedece a la escasa fiscalización de las administraciones.

Pero esa "irregularidad" no es la única razón del éxito comercial chino. "También entran en la ecuación su capacidad de sacrificio y el hecho de haber tenido un acceso privilegiado al fenómeno económico de los últimos años: la industria ligera china".

La laboriosidad de los procedentes del país asiático es reconocida por todos -y ha sido puesta como ejemplo por algunos destacados empresarios españoles-, pero el periodista no la ha detectado en todos los sectores de la sociedad china -que, de hecho, registra uno de los índices de absentismo laboral más altos del mundo-, sino entre quienes tienen un negocio de su propiedad o necesitan sacar a su familia adelante. En esos casos -que son los de los asentados en otros países- "hacen cualquier cosa y están dispuestos a todo".

¿Son los chinos una comunidad reacia a integrarse? Villariño tiene claro, y se remite a estudios internacionales que así lo avalan, que "les cuesta más". "No es fácil, porque es una cultura radicalmente distinta a la nuestra", argumenta, antes de darle la vuelta a la situación: "Los occidentales tampoco nos integramos demasiado bien en China".

La integración se produce "poco a poco" y en las segundas generaciones. Y si, en el caso concreto el Archipiélago, su presencia comenzara a diversificarse y a ir más allá del comercio minorista, será preciso que iniciativas como las que ha puesto en marcha la ULPGC -clases de chino o la creación del Instituto Confucio- "se multipliquen para que se pueda lograr una mayor integración de esta comunidad que, hasta el presente, se ha mantenido en una cierta autoexclusión voluntaria", aconseja Domínguez.

En el capítulo más propiamente folclórico de nuestra visión de los chinos figuran todas esas preguntas que comienzan por "¿Has visto alguna vez...?". Pues bien: sí hay entierros de chinos en Canarias y en otras partes de España. Lo que ocurre es que, por razones puramente demográficas (la colonia china es en general muy joven), su tasa de mortalidad es bastante reducida. Además, muchos de ellos regresan a su país antes de alcanzar la vejez.

Como curiosidad, Ángel Villariño comenta que el rumor se originó en Francia en los años 70, cuando una socióloga se hizo la pregunta al observar el bajo índice de mortalidad de los ciudadanos chinos.

En contraposición a las situaciones en que nunca hemos visto a un chino -o no lo recordamos-, hay un lugar donde sí los encontramos con frecuencia: los casinos y las máquinas tragaperras de los bares. ¿La razón? El juego es una auténtica pasión en China, hasta tal punto que "está prohibido, para evitar problemas, lo que les obliga a acudir a establecimientos situados en la frontera o en zonas especiales", revela Ángel Villariño. "El hecho de que se pueda jugar en público en los bares en España les parece muy exótico y les llama mucho la atención. En muchos casinos españoles son ya mayoría entre la clientela".

Otros lugares comunes han acarreado consecuencias más serias. Recientemente, tres restaurantes asiáticos de Cantabria denunciaron a varios tuiteros por propagar lo que pronto se demostró una falsedad: que uno de estos establecimientos había sido precintado después de que una mujer fuera ingresada en el hospital por haberse tragado el chip de un perro. La Consejería de Sanidad intervino para cortar de raíz el bulo, pero el daño ya estaba hecho. Las redes sociales, con su efecto multiplicador, lo habían difundido entre cientos de usuarios y la reputación de los locales había sufrido un duro golpe.

Es posible que las barreras que nos separan de nuestros nuevos y exóticos vecinos acaben derrumbándose, pero esto difícilmente pasará si los tópicos -los "cuentos chinos"- se imponen a la realidad.

Es la proporción que alcanza el contingente chino dentro del total de la población extranjera en el Archipiélago.

Tras una primera especialización en los negocios de restauración, los chinos que viven en España han extendido su actividad hacia el pequeño comercio.

La primera emigración china hacia España la protagonizaron los originarios de Taiwán -la "otra" China, solo parcialmente reconocida como Estado-, un país que permanecía abierto mientras la China comunista se encontraba "cerrada a cal y canto", como recuerda el periodista Ángel Villariño.

En la actualidad, esta colonia asiática está compuesta de forma muy mayoritaria por los chinos continentales. Lo llamativo es que, dentro de un país tan grande, los que se han dirigido a España proceden sobre todo de una región en concreto -Zhejiang, al este de China y muy cerca de Shanghai- y, dentro de ella, del condado de Qingtian, donde Villariño pasó varias semanas documentándose para su libro. "Más de la mitad de los que viven en España vienen de allí", dice.

De dónde vienen, qué hacen y cómo evolucionarán

La primera distribución de la comunidad china en Canarias obedece a las pautas propias de su especialización en los negocios de restauración. Esa es la razón -sostiene la profesora de Geografía Humana de la ULPGC Josefina Domínguez- por la que se concentran especialmente en las islas más orientadas hacia el turismo (Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura).

"Al ritmo de la expansión internacional de la economía china, se produce la penetración paulatina de esta comunidad en el sector comercial y, especialmente, en el minorista", prosigue Domínguez. Este proceso explica que empiecen a sustituir a otras comunidades especializadas en esta actividad y que abran sus negocios "en cualquier municipio o localidad de Canarias o España que cuente con un número suficiente de clientes potenciales".

En los lugares turísticos, los chinos han tomado el relevo en los locales antes regentados por marroquíes o indios e incluso han comenzado a aparecer comercios asiáticos en "pequeños enclaves donde esta actividad solo había sido realizada por empresarios y familias españolas y, más frecuentemente, por personas del mismo municipio".

En cuanto a las previsiones de futuro, existe la posibilidad -opina Domínguez- de que el ritmo de crecimiento de esta comunidad "pueda minorarse en un futuro próximo", a medida que su cuota de negocio "alcance un cierto techo". De ahí sus intentos de diversificación empresarial. De hecho, ya se aprecian "algunos signos de retorno, aunque este proceso sea aún muy, muy tímido".