PSOE y Partido Popular están haciendo estragos en la composición de sus listas, colocando en los puestos de salida al Congreso y los Parlamentos regionales a personas de segura fidelidad -cuando no arrebolada entrega- a sus nuevos dirigentes. Casado se ha cargado al 70 por ciento de los cabezas de lista que acompañaron a Rajoy para colocar a los suyos, y en el PSOE la escabechina ha sido aún de mayor calado y profundidad. De los cambios sólo se libran los alcaldes consolidados, y la tendencia a apartar a todo el que se mueve en la foto -según celebérrima sentencia de Alfonso Guerra- es hoy un axioma. En Canarias, el afeitado de las listas por la dirección sanchista representada por Ángel Víctor Torres ha sido salvaje: el sistema de consulta a los afiliados ha demostrado ser una magnífica excusa para laminar a los disidentes: las listas de Tenerife han sido impuestas por la dirección regional, no permitiendo colar ni a uno de los candidatos propuestos por la dirección tinerfeña, que apoyó a Susana Díaz en las primarias para la secretaría general contra Sánchez. En las elecciones al Congreso, se han metido como cabezas de lista Héctor Gómez y Elena Máñez, el uno colocado previamente por Sánchez en la empresa turística dedicada a promover la marca España, y la otra delegada del Gobierno por decisión de Torres. A López Aguilar lo castigan pasándolo del puesto cuatro en Bruselas al 15: el PSOE saco 14 eurodiputados en 2014. Que tenga suerte.

Pero no solo pintan bastos en el PSOE: en el PP canario se está pendiente de las últimas decisiones de Madrid para cerrar las listas al Congreso y al Senado, mientras Asier Antona deshoja la margarita para decidir la circunscripción por la que habrá de presentarse. Mientras, también los partidos de la nueva política hacen de su capa un sayo: Pablo Iglesias se pasa por el arco de triunfo la decisión de sus primarias en Las Palmas, para proponer a Vicky Rosell que encabece una candidatura cuya primer puesto había ganado Mery Pita en consulta a los círculos podemitas. Y en Ciudadanos se han impuesto digitalmente todos los nombres de las listas donde no hacía falta primarias -Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, el Cabildo de Lanzarote-, sin consultar a las bases, y fulminando a los que se resistieron en primarias a los candidatos propuestos por la dirección regional. El mandamás en la sombra del partido, el ciudadano Juan Amigó -un empresario inmobiliario especializado en ventas de alto nivel a la comunidad rusa en Canarias- ha ejercido un control absoluto en la elaboración de las listas, inmune ante los escándalos y filtraciones que sobre manipulación de primarias sacuden a su partido. Las candidaturas son como un catálogo en carne viva de su colección de amigos e intereses.

En el bando nacionalista, ni primarias ni renovación: con la excepción de Fuerteventura, repiten los mismos de siempre. Para quienes hicieron apuestas el año pasado, Ruano abandona el barco, pero se queda Barragán. Clavijo repite pendiente de lo que pase en tribunales, y Ana Oramas mantiene la incógnita de si tras las generales tendrá que hacer doblete en la lista tinerfeña, para decidir después de las elecciones. Y queda Nueva Canarias: no hay novedades. Bueno, sí: seguimos a la espera de la decisión de Román Rodríguez, y a María José López Santana, la mejor representante de Canarias en el Senado, la sacrifican en una candidatura sin opciones. A Quevedo también lo sacrifican, pero siempre podrá volver a ser concejal de Turismo en Las Palmas. Si le salen las cuentas.