Durante los últimos cuarenta o cuarenta y cinco años (no todo empezó tras la muerte de Franco), como consecuencia de la pujanza de la actividad turística, se ha producido una considerable mejora de las comunicaciones y de las infraestructuras de la isla de Tenerife. La superación de las crisis turísticas de 1973 y 1979, la llegada de la democracia a los municipios, el creciente papel adquirido por las islas gracias a la autonomía regional, las grandes inversiones públicas de los años previos a la crisis y el extraordinario músculo demostrado por el turismo tinerfeño a pesar de los años de recesión han resultado decisivos para que el Sur de Tenerife haya vivido un despegue económico considerable, por desgracia no acompañado aún de la superación del paro, la pobreza y las desigualdades sociales.

Es cierto que el turismo no ha sido la panacea para resolver todos los problemas derivados de la gran crisis, pero habría que preguntarse cómo habría soportado la población de las islas esa crisis, cuál sería la situación de esta isla en concreto, si el turismo no hubiera resistido. A remolque de la hostelería, el comercio y los servicios, en los últimos años se han producido importantes cambios económicos, sociales y culturales en el paisaje humano de la isla: quizá el más importante de todos ellos es el que supone la actual existencia de un eje social y económico distinto del eje tradicional Santa Cruz-Laguna, que ha gobernado Tenerife en los últimos doscientos años.

Ese eje es el que constituyen los municipios del Sur. Un territorio cuya economía ha crecido exponencialmente en los últimos cuarenta años, consolidando un paisaje cada vez más urbano y una demografía basada no solo en las potencialidades de su propia población, sino en la enorme capacidad de atracción de personas de otras latitudes, que acuden al Sur de Tenerife llamadas por la expectativa de un constante desarrollo, que en los últimos tres años ha crecido a un ritmo superior al cualquier otro lugar de Canarias.

Como consecuencia de esos grandes cambios, que afectan al territorio, a la demografía y a la economía, el Sur de Tenerife, ese amplio solar que se extiende desde Güímar a Santiago del Teide, es hoy una sociedad mucho más avanzada que hace veinte años, pero también mucho más compleja. Con una realidad sin duda muy mejorable, especialmente en lo que se refiere a infraestructuras públicas y a servicios ciudadanos, pero con perspectivas esperanzadoras. El Sur está cambiando, aumenta su voluntad de liderar el proyecto de vertebración social y económica de Tenerife, y sus dirigentes consideran llegado el momento de hacer valer ante el conjunto de Tenerife y de Canarias la enorme aportación que desde aquí se hace al PIB de la Isla y la región. Es también una cuestión de justicia distributiva: es necesario iniciar el retorno al Sur -en forma de infraestructuras viarias y de transportes, de mejoras en el aeropuerto, de inversiones portuarias, pero también en forma de más dotaciones en seguridad, de inversiones hospitalarias, de educación, de nuevos recursos para la atención e integración de inmigrantes, de conexión de los municipios a los circuitos culturales y a otros servicios...- de esos recursos y capitales, que concentran hoy la mayoría de los esfuerzos políticos en las dos capitales de la isla -Santa Cruz y La Laguna- y en sus entornos.