Es la segunda vez en dos meses que los vándalos la emprenden con las esculturas de los Chicharros que hay en Santa Cruz. Primero robaron uno. Menos mal que lo devolvieron con una nota de arrepentimiento. Hace unos días, una mano de lajas le rompió la boca a otro bajo los efectos de una borrachera. Dejen en paz a los Chicharros y váyanse a tomar por donde cargan los camiones o a romperse la boca contra un berolo.

Esto no es nuevo. A los belillos siempre les ha dado por divertirse con las esculturas urbanas. Me acuerdo del Chicharro de toda la vida, el de la Plaza del Príncipe. Como se pudo leer en aquella mítica portada de un periódico local de la época: "se mamaron el Chicharro". Sí, se lo mamaron. Apareció destrozado en una chatarra de Valencia. Bonito fin para un símbolo del tinerfeñismo.

A un pirado lo pilló la policía en la Rambla, intentando tirar al suelo la escultura de Corberó, la que se conoce popularmente como los "huevos". Estaba montado encima, muy ufano, pateando los "huevos" y chillando como un poseso.

A otro payaso enamorado le dio por pintar "Tú y yo" en la escultura de Henry Moore, El Guerrero de Goslar, que cuesta 10 veces más que un Ferrari. Está claro que el laja rompe lo que no sabe apreciar. La falta de cultura es fea. Es nuestro patrimonio, el de los chicharreros. Cada vez que las destrozan, nos golpean a todos.