La Dirección General de Patrimonio Cultural, una de las más activas del Gobierno regional, estrenó el pasado sábado en el Cabrera Pinto de La Laguna una exposición antológica de la obra fotográfica de Luis Diego Cuscoy. La exposición, comisariada por el historiador Juan Francisco Navarro, reúne el legado fotográfico del polifacético Luis Diego Cuscoy, un personaje absolutamente irrepetible, maestro, periodista, escritor, amante del viaje y la mirada sosegada sobre las cosas, etnógrafo aficionado, además de pionero de la moderna arqueología tinerfeña y canaria. La exposición "Arqueología de la mirada" recoge más de un centenar largo de las mejores fotografías de Cuscoy, amorosamente restauradas por Beatriz Chinea y su compañero Tarek Ode, él también uno de los mejores fotógrafos y documentalistas de Canarias.

Para quienes -siquiera muy liminarmente- conocimos en vida a Cuscoy, y apreciamos desde entonces su talento y su inmensa obra personal, hoy por fin reconocida, descubrir en esta exposición la cálida precisión de su visión inquieta ha sido un inesperado placer, además de una sorpresa: en su colección de fotografías en depurado blanco y negro, Cuscoy mira en dirección al paisaje de lo humano, y nada que tiene que ver con el hombre le resulta extraño o superfluo.

Su pasión por retratar el entorno y descubrir detrás de cada piedra y cada sendero los misterios de la vida y el pasado, convive armoniosamente con una modernidad perfecta y un discurso gráfico impecable, que no pule ni lima lo que ve, pero se manifiesta educado en la ternura, la comprensión y el afecto por lo ajeno.

Las fotos de Cuscoy no solo son su agenda de viajes por la geografía accesible de aquellos años de límites, censuras y cobardías, sino también el mejor pasaporte al alma de un tipo complejo, hecho a sí mismo en el trabajo y la búsqueda, un científico mucho más interesado por la huella de la vida que por los premios de la ciencia. Sus retratos de gentes del común constituyen la mejor topografía de aquél tiempo que vivió, tan reciente como ya pasado, del que muy pocos contemporáneos fueron capaces de levantar un testimonio personal tan honesto, completo y consistente.

Sus fotos, hoy recuperadas, nos resultan tan auténticas porque son pedazos de la vida de un hombre de verdad: uno de esos hombres que construyeron en silencio y sin alharacas el legado de una generación sometida, la de gente como Serra Rafols, Leopoldo de La Rosa, Cioranescu, Pérez Vidal, Leoncio Afonso, Régulo Pérez, Salcedo, María Rosa Alonso, Pérez Minik y muchos otros. Una generación que logró sobreponerse a la desgracia de un país roto gobernado por el desprecio a la cultura.

Cuscoy fue un gigante. Como muchos de sus amigos y colegas, era un gigante escondido dentro del cuerpo de un tipo corriente y moliente, alguien que asumió sin estridencias sus propias condiciones vitales, y logró sacar partido de su vida, vivirla en un tiempo en el que sobrevivir a la grisura y la mediocridad era la mayor de las proezas.