La noticia tendría que haber sido que Europa lograra un compromiso de sus miembros para aprobar el "brexit". Otra cosa es que la fórmula suscrita por los 27 consiga prosperar en Reino Unido, donde todo parece indicar que entre los euroescépticos y los proeuropeos están decididos a hacerle una camisa de pino a doña Theresa May. La premier británica tiene que lograr que una mayoría de su partido, contraria al acuerdo suscrito con Europa, apoye la salida negociada por el Gobierno de su Majestad. Se habla de concesiones personales a decenas de diputados para lograr una difícil mayoría que respalde el acuerdo. De cambios en leyes polémicas a la carta, y hasta de concesiones de títulos -a los que los "torys" suelen dar mucha importancia-, a cambio del voto favorable a la propuesta de May. También se pronostica una derrota sin paliativos de la primera ministra, y se dice que parte de los miembros del Gobierno estudian ya un recambio, o incluso la posibilidad de convocar un nuevo referéndum previo a unas elecciones que habría de ganar el laborismo. La situación es compleja y el ambiente que se vive en la City muy movido, con lo que es posible que pase de todo, o también que no pase nada de nada.

Mientras en Londres se deciden, el asunto de Gibraltar parece que ha provocado también una enorme tensión entre España y la UE: el Gobierno de España presionó en Bruselas durante cinco largos días de intensas negociaciones, amenazando con vetar el que es sin duda uno de los acuerdos más complejos e importante a los que se ha enfrentado el Consejo Europeo, el de la salida del Reino Unido, cuando apenas faltan tres meses para que venza el plazo y sin tiempo alguno, por tanto, para poder intentar otra solución negociada.

La posición de Sánchez mantuvo en el alero durante esos cinco días a toda la Unión Europea. El Gobierno era consciente de la imposibilidad de tocar el artículo 184 del acuerdo de salida, el que había creado conflictos entre Reino Unido y España, porque retocarlo suponía reabrir la negociación. Sánchez forzó las cosas, amenazó con el veto y cabreó a los negociadores. Logró finalmente tres concesiones: una, la declaración de los 27 y de la Comisión, comprometiéndose a excluir a Gibraltar de cualquier acuerdo futuro a negociar con Reino Unido, y de que cualquier acuerdo de la Unión que incluya a Gibraltar deba contar con visto bueno español. Dos, otra declaración asegurando que el artículo 184 dice lo que España dice que dice, y no lo que Reino Unido asegura que dice. Y tres, una ambigua carta del mismísimo Gobierno británico que según cree el Gobierno español respalda la interpretación que hace España del artículo 184, y según el Gobierno británico, no modifica su posición histórica en absoluto. Todos contentos, menos las oposiciones locales de Sánchez y la señora May que acusan a ambos -Sánchez y May- de no haber defendido los interés nacionales. Faltaría más.

Sánchez regresa con una colección de declaraciones sin valor legal alguno, pero que puede vender para consumo interno. Y la verdad verdadera de cómo se convenció a Sánchez para que España firmara, nos la ofreció la presidenta lituana, Dalia Grybauskaité, con su proverbial sentido del humor: "Suele haber... dejen que bromee, trucos... Prometimos prometer... Y solemos cumplir con las promesas". Pues eso. Trucos y declaraciones que permiten a todos llevarse algo para casa, sin tener que renunciar nadie a nada. Esa es la política que se hace hoy.