Una tradición marroquí asegura que un hombre con demasiada suerte es un peligro para sí mismo, su familia y su tribu: será por la lógica de los equilibrios cósmicos, o por cualquier otro arcano motivo, pero el día que ese hombre sufra un revés, el trompazo puede ser mayúsculo. Pienso en ello cada vez que veo a Fernando Clavijo cabalgar imperturbable sobre su propia "baraka", como si los hados fueran a protegerle eternamente. Lo de esta semana ha sido de concurso: el lunes arrancó cerrando los presupuestos con el PP, con un Asier Antona sumiso y encantado de haberse conocido. El martes, amarró la operación con el colega Casimiro, sin cesiones públicas (conocidas). El miércoles Clavijo se apuntó a la feliz foto del consenso en el Senado en torno a un Estatuto cerrado para los próximos 30 años después de catorce de tiras aflojas con las normas electorales al fondo. Y ayer se sentó con Sánchez y fingió recomponer las relaciones con el Gobierno central. Pudo incluso darse el gusto de anunciar que su "ocurrencia" sobre la Conferencia de Presidentes (así la calificó el ministro Ábalos) ha sido asumida por el mismísimo Sánchez, que la convocará en este año, en cuanto concluya su ronda de encuentros con los presidentes regionales.

Con un gobierno de minoría, el apoyo del colega gomero y esa carita de tierno infante que ha querido endurecer dejándose esa barba que parece sacada de una caricatura de Padylla, Clavijo ha logrado casi concluir esta penosa legislatura cerrando sin hacer demasiado esfuerzo algunos de los asuntos más importantes que Canarias lleva batallando desde hace años: un Estatuto de primer nivel, el REF anclado y con sus dineros bajo llave local, las perras de los convenios no abonados de vuelta por sentencia judicial, la inminente firma del convenio de carreteras, y de propina tres presupuestos cerrados como si dispusiera de la mitad más una de sus señorías.

Pero la suerte no puede ser eterna: con la aprobación el miércoles del Estatuto de Autonomía, su publicación en el Boletín Oficial del Estado y su entrada en vigor, quizá se le acabe la dicha a Clavijo. Algunos creen que el problema está en los cambios de las normas electorales, un asunto al que Coalición se ha resistido con la boca chica, porque -en su actual formulación- no provoca cambios sustanciales en la distribución de los resultados políticos.

Lo que sí es una bomba de relojería para Clavijo es la pérdida del aforamiento: el presidente se enfrenta al "affaire" de las grúas de La Laguna, un caso alimentado y jaleado por su oposición política y mediática. Y si ocurre que él pierde el aforamiento y el caso vuelve al Juzgado de Instrucción número cuatro -y es perfectamente posible que así sea- tendrá que enfrentarse a la campaña electoral soportando sobre su cabeza la espada de Damocles de una imputación de largo recorrido. Porque el número 4 no es el TSJC. Allí el procedimiento puede durar toda la campaña, y si hay algo que los juzgados de instrucción nos enseñan, es que la suerte no es nunca para siempre.