Una cosa es predicar y otra dar trigo. Cuando se trata del "business", aquí se hila muy muy fino: ayer, la Comisión de Defensa del Congreso logró sumar los votos del PP a los del PSOE para rechazar una iniciativa de Compromís (apoyada por Podemos y los independentistas) para obligar a Pedro Sánchez a prohibir la venta de armas y de material de posible uso militar a Arabia Saudí. Tras el salvaje asesinato del periodista saudí descuartizado en los sótanos de la delegación consular de su país en Estambul, de repente todo el mundo se ha acordado de que Arabia Saudí vulnera de forma sistemática los derechos humanos y las reglas de la guerra en sus acciones en Yemen. La proposición no de ley de Compromís buscaba sumar los votos suficientes para obligar a Pedro Sánchez a comprometerse ante el Congreso, en imitación de lo ocurrido en Alemania, único país europeo -gobernado por la señora Merkel- que ha anunciado la suspensión de la venta de armas a Riad. La posición de los socialistas, una suerte de resumen de lo que hoy defenderá Sánchez en la comparecencia en el Congreso, es que por la vida no se puede ir de primavera. Al portavoz del PSOE se le ha ocurrido una fórmula de Fierabrás que demuestra que la estupidez es patrimonio universal: ha dicho que mejor sería castigar al reino saudí dejando de comprarle petróleo, que renunciando a venderle cinco corbetas valoradas en 1.800 millones de euros, nada menos. El PSOE se ampara en que la ONU no ha dictado embargo de armamento a Riad, y que sería más razonable actuar de forma colectiva que lanzarse en solitario a la piscina como ha hecho Alemania. Además, no está bien "prejuzgar" el resultado de las investigaciones sobre el caso Khashoggi. No vaya a ser que se descubra que el hombre murió porque se atragantó con un hueso de aceituna?

Como las elecciones en Andalucía y en los ayuntamientos están a la vuelta de la esquina, Podemos aclaró al votar a favor de la propuesta de sus socios valencianos que el rechazo a vender armas a los saudíes debe hacerse evitando perjuicios a los trabajadores gaditanos de Navantia, empleados en la construcción de las corbetas y encargados de atender el servicio de belicosidades "pret a porter" del ministerio saudí de la guerra. Podemos pide al Gobierno que busque un comprador alternativo para los barcos (como si se tratara de colocar cromos de superhéroes o futbolistas) y que en caso de no encontrarlo invierta en la misma proporción para mantener la carga de trabajo perdido por la denuncia del multimillonario contrato. Otro quiero y no puedo, otro objetivo pasado por el tamiz de la declaración mediática y el consumo compulsivo de trolas.

La política se hace cada vez más declarativa, más virtual: nadie quiere que España pierda un contrato imprescindible para mantener el trabajo en los astilleros de Navantia, con la excepción de los independentistas catalanes, a los que les importa una higa lo que pase que no tenga que ver con su "procés". Podemos nada y guarda la ropa, el PSOE se enfanga en su propia incoherencia, y aquí el único que mantiene su coherencia salvaje es el PP.

Denle la vuelta: imaginen que gobierna el PP y ocurre lo mismo, o algo parecido. ¿Habría tardado mucho el PSOE en darnos a todos lecciones de moral? Pero el poder es otra cosa distinta. El poder no tiene moral ni virtud: su lógica es la del negocio.