Escuchaba ayer en Radio Club Tenerife el testimonio de Camila, una prostituta que, entre otras cosas, contaba que por las mañanas solía atender a adolescentes, antes de entrar a clase en el instituto. Sí, pueden frotarse los ojos y aclararse las orejas como hice yo. Imagínense el cuadro: un pibe yendo a pagar por sexo tempranito, antes de ir a clases de inglés.

Miles de euros gastados en campañas de educación sexual para nada. Nuestra gente joven va a otra velocidad, la que marcan internet y las redes. Manda el móvil, manda la pornografía, manda el impulso irracional de tener sexo rápido, fácil y cuanto antes. Cada día son más los jóvenes que se incorporan a la clientela de la prostitución en sus noches de fiesta. Cumpleaños, celebraciones, exámenes finales..., cualquier excusa vale para incluir el sexo de pago en las noches de fiesta con los amigotes.

Al final, la prostitución es una violación pagada. "A veces lloraba y el cliente seguía dale que te pego", revelaba otro testimonio anónimo. Además no solo ha disminuido la edad del cliente, también cada vez son más jóvenes las víctimas de la prostitución. Cambiar las conductas no es fácil. La crisis de valores y la falta de principios están haciendo estragos. Pero, claro, ¿qué podemos esperar si todavía hay padres que van con sus hijos a celebrar la mayoría de edad en un burdel?