El Gobierno de Canarias anunció hace unos días una inversión de más de 500 millones de euros entre este año y el año 2025, dentro del Plan Canario de Nuevas Infraestructuras Educativas. Es una de esas noticias que suenan bien, aunque a nadie se le escape que en esos más de 500 millones se incluyen las partidas para las obras de mantenimiento de los centros educativos ya existentes. Aun así, 500 millones suenan a mucho: parece mucho más decir 500 millones en ocho años que decir 40 millones al año. Además, dentro de ocho años, ya tendrá hilo la cometa como para andar pidiendo cuentas a los que ahora nos mandan por lo que ahora nos dicen.

Porque el hecho real es que la Educación ha ido perdiendo peso en los presupuestos de la Comunidad Autónoma durante las dos últimas décadas: en el año 2000 suponía más del 30 por ciento del total de los presupuestos de la Comunidad Autónoma y hoy apenas supone el 20 por ciento. Este año de 2018, el gasto educativo está por debajo del de 2008, el año del inicio de la crisis. Puede alegarse que la población canaria envejece, y que cada vez es necesario destinar más recursos a Sanidad y menos a Educación. Esa podría ser una explicación, pero tampoco cuela: los gastos de Sanidad y Educación este año de 2018, juntos, siguen estando por debajo de los de 2008.

Ocurre que con la crisis nos hemos ido acostumbrando a los recortes del presupuesto. Ahora no hay crisis, pero los recortes se mantienen, o se van paliando de muy poco a poco. En la cabeza de los señores que nos gobiernan está instalada la idea de que si en materia social se pueden hacer las cosas con menos dinero, eso es mejor para la economía y para la creación de empleo. En las cabezas del Gobierno regional prevalece un modelo que entiende que los recursos públicos deben dirigirse ante todo a activar la economía con ''inversiones productivas'', porque el principal problema que tenemos es el empleo.

Es verdad, el empleo es -y será ya a partir de ahora, y probablemente nunca dejará de serlo- el primer problema de las sociedades desarrolladas. Cada vez habrá menos trabajo, porque cada vez trabajarán más, mejor y más rápido las máquinas. Las infotecnologías, la robótica y la Inteligencia Artificial van a cambiar completamente el mundo del trabajo en las próximas décadas. Pero mientras se generaliza ese cambio, activar el empleo es una tarea fundamental. Es verdad que el Gobierno regional ha destinado muchos recursos a inversiones que tiren de la economía, entre ellos los dineros del Fondo de Desarrollo de Canarias, pero eso no es consuelo para quienes reciben una atención sanitaria deficiente o retrasada, o para quienes no consiguen trabajo porque su formación ha sido insuficiente para competir con la gente más preparada que viene de fuera.

Quizá vaya siendo hora de hacer las cuentas de la vieja: con un gasto próximo 3,5 por ciento del PIB en Educación, Canarias está muy lejos de los estándares nacionales -más del cuatro por ciento- y comunitarios -casi el cinco por ciento-. Hay que hacer un esfuerzo para cambiar eso: el empleo social también es empleo productivo. Las sociedades modernas exigen inversión en servicios públicos eficaces y vinculados a las necesidades de la población.