Ahora se ha puesto de moda el relato. Lo importante no es lo que ocurre, sino su relato. Lo que ocurre, pasa. Y lo que queda es el relato. El relato no tiene necesariamente que coincidir con la verdad, solo ser convincente, atractivo, anidar en la mente de las personas y prevalecer sobre otros relatos. Leo en algún lado que una vez derrotada ETA, queda por ver quién ganará el relato sobre su papel en la historia reciente de España. Esa es -sin duda- una cuestión clave. Saber qué se recordará de lo que supuso ETA, sus crímenes, sus 829 muertos, el resto de sus miles de víctimas, el miedo, la omertá, el sufrimiento, la putrefacción de la convivencia, frases como aquella terrible sentencia de Arzallus: "Algunos tienen que sacudir el árbol para que otros recojamos las nueces?".

ETA ha fracasado, y su fracaso, asumido incluso por sus aliados y beneficiarios de ayer, corre el riesgo de perderse en el relato del futuro, un futuro basado en la voluntad de olvidar, en el deseo de pasar página, de cerrar -de una vez por todas- el expediente del terror. Es un deseo humano y comprensible, resultado del hastío ante la inutilidad de lo ocurrido. Pero es un deseo al que hay que enfrentarse. Menos de la mitad de los vascos creen que sea necesario recordar, indagar, honrar a los que perdieron sus vidas o resultaron física o psicológicamente dañados. Y esa cifra sería sin duda menor si preguntáramos al conjunto de los españoles o de los canarios. ¿De qué nos sirve recordar lo que sucedió? ETA ya está derrotada, después de 60 años de terrorismo no logró ni uno solo de sus objetivos, sólo dejó un reguero de muerte y destrucción. Precisamente, ese es el relato que no debemos dejar que nos arrebate el olvido. Algún día, el terrorismo entrará en los libros de Historia con sus datos y estadísticas. Pero el relato del daño, el estropicio y la vergüenza no deben olvidarse, ni relegarse a los libros. No mientras viva un solo contemporáneo del terrorismo, o un familiar de una víctima.

Porque lo único que nos lega ETA son sus víctimas. También aquí: Ramiro Quintero, asesinado en 1978, tacorontero, guardia forestal, tenía 57 años cuando fue tiroteado en un bar de Guipúzcoa? El tinerfeño José Benito Díaz, nacido en el Porís, tiroteado cuando se dirigía a cumplir su primer servicio como policía nacional, solo dos semanas después de haber dejado la Academia. Sobrevivió a los pistoleros que mataron a dos de sus compañeros, para morir 12 días después del atentado, en octubre de 1978... Juan Batista García, 24 años, de Schamann, asesinado en 1979 cuando regresaba a su cuartel de Tolosa, tras anunciarle su novia que iba a ser padre... José Manuel Amaya, melillense criado en Santa Cruz de Tenerife, submarinista, víctima de una bomba que ETA hizo explotar en el aeropuerto de Barajas en julio del 79? Aurelio Pérez Zamora, coronel de caballería asesinado por un comando de ETA, cuando iba en un jeep a su trabajo en el Gobierno Militar de Bilbao... José Torralba López, chasnero, guardia civil de 23 años asesinado por la espalda, cuando realizaba un control en la frontera de Irún en abril de 1980... Santiago González, palmero de 30 años asesinado en Santurce, un año después, cuando se dirigía en su coche al trabajo... El grancanario José Carlos Marrero del Grupo Antiterrorista Rural, sufrió un atentado de ETA en Guipúzcoa en el 86. Sobrevivió con una grave lesión cerebral y dos años después, apenas cumplidos los treinta, se suicidó en un psiquiátrico grancanario... Y el luchador de Tegueste José Francisco Hernández, conocido en la brega como ''Ayala 1'', reventado por un camión-bomba con cien kilos de amonal y doscientos de tornillería, que ETA hizo explotar en una carretera vizcaína en noviembre de 1990?

Nueve canarios asesinados, el último hace más de 25 años. Olvidarlos es perder la pelea del relato sobre ETA.