Hace ya unos meses que la práctica totalidad de los sondeos que se publican en este país, con la excepción del que realiza el CIS, vaticina un vuelco absoluto en la política española, un vuelco protagonizado por el crecimiento de Ciudadanos, que sobrepasa al PP y coloca al PSOE como tercera fuerza política. Ayer se sumó a esa tendencia -recogida por la mayoría de las empresas de demoscopia y medios de comunicación- el periódico El Mundo, con un sondeo de Sigma 2, que pronostica que el partido de Albert Rivera duplicaría el número de votos obtenidos en las últimas generales, convirtiéndose así en el partido preferido por los votantes españoles, y logrando sumar el 26,7 por ciento de los votos emitidos, tres puntos y medio por encima del PP y siete por encima del PSOE. Los socialistas de Pedro Sánchez bajarían -por primera vez desde 1977- por debajo del 20 por ciento de los votos. Lo más llamativo del sondeo no es, a mi entender, el reajuste entre el PP y Ciudadanos, sino que ambos partidos sumarían exactamente la mitad de los votos emitidos, mientras en la izquierda se produce una auténtica debacle: PSOE y Podemos con sus mareas y los restos de Izquierda Unida se colocan en un 38 por ciento de los votos, un porcentaje bajísimo. El resto de los votos serían a distribuir entre fuerzas nacionalistas -un seis por ciento en total- y partidos de menor implantación.

El verdadero vuelco que se ha producido en este país no es, por tanto, el muy llamativo y espectacular reajuste del voto conservador y moderado que coloca a Ciudadanos por delante del PP, sino la voladura del virtual empate entre la suma del voto de izquierdas y el de derechas que durante años ha definido el comportamiento del electorado español. Hoy la suma del voto conservador y moderado supera en doce puntos el voto de izquierdas, algo que no ha ocurrido jamás en ninguna legislativa celebrada en la democracia española, algo que supone sin duda un reajuste más importante que cualquier otro. Porque, al margen de quien encabece el Gobierno que surja tras las próximas elecciones -o como se conforme ese Gobierno, incluso con un hipotético pacto de centro-izquierda entre Ciudadanos y el PSOE- lo que parece evidente es que en España el electorado moderado ha abandona el actual discurso de izquierdas, y se refugia en Ciudadanos. El PSOE pierde tres puntos (casi el 15 por ciento de sus propios votos) y Podemos 2,6 puntos (casi el mismo porcentaje de sus propios votos que el PSOE). Y una parte importante de todos esos votantes se van a Ciudadanos.

Entre 1977 y 2011, el PSOE se movió entre el 30 y el 45 por ciento de los votos, con la excepción de 1982, donde superó el 48 por ciento. Es la radicalización del PSOE, su fijación por no ceder a Podemos el espacio más de izquierdas, lo que ha provocado que el electorado de centro izquierda bascule en dirección a Ciudadanos. Pedro Sánchez ha jibarizado al socialismo español, alejándolo de las preocupaciones de la mayoría social, y al hacerlo lo ha llevado a los peores resultados de su historia, unos resultados que los pronósticos sitúan ya por debajo del 20 por ciento, menos de la quinta parte de los votos que se emitan.

En cuanto a Podemos, los resultados de su asalto a los cielos parecen evidentes. España ha dejado de ser un país sociológicamente de centro izquierda, objetivo perseguido, sí. Pero no lo ha hecho para convertirse en un país de izquierdas, sino en uno de centro derecha. Ese ha sido el vuelco.