El PP grancanario organizó el pasado domingo un emocionado homenaje a sus alcaldes de los últimos veinte años. Entre los homenajeados estaba el mejor y más conocido alcalde que ha tenido el PP nunca en Canarias, el alcalde Soria, por supuesto: entender lo ocurrido en los últimos años en Las Palmas de Gran Canaria -con sus luces y sus sombras- sin referirse a los ocho años de alcaldía de José Manuel Soria sería imposible. Tampoco puede entenderse Santa Cruz de Tenerife descontando la larga etapa de Miguel Zerolo al frente del consistorio municipal. No se puede ocultar la historia, aunque a algunos les gustaría poder hacerlo.

Hay quien ha censurado la presencia de Soria en el acto del pasado domingo, ocupando el escenario junto a los otros alcaldes peperos de Las Palmas, Pepa Luzardo y Juanjo Cardona. Yo no comparto que Soria no debiera estar en el concilio de los de la gaviota: a fin de cuentas, el hombre no cumple ninguna condena. Si está ahora fuera de la política, es por haber intentado ocultar su participación -una participación absolutamente legal- en una empresa off-shore, y por haber querido evitar que se supiera que había manejado cuentas opacas vinculadas a la actividad de su empresa familiar de importación y exportación. Ninguna de esas dos actividades -que provocaron una intensa contestación y reprobación social- ha sido denunciada ante los tribunales o perseguida judicialmente.

Soria -un político que lo fue todo en el PP canario durante casi veinte años- puede ser homenajeado por los suyos junto al resto de los alcaldes y concejales, tantas veces como Asier Antona o los actuales dirigentes del PP quieran homenajearle. Lo realmente chocante del asunto es que el reconocimiento a los alcaldes populares de la democracia se haya convertido -probablemente por la presencia de Soria en el acto- en un acontecimiento semiclandestino, al que no se convocó a los medios de comunicación. Apenas se les hizo llegar a toro pasado un comunicado con foto en el que se despachaba su celebración en un par de párrafos.

Un curioso homenaje escondido de los focos, en fin.

El PP canario debería resolver el quiero y no puedo que mantiene con su propio pasado. Debe deshacerse de la evidente contradicción que supone homenajear a Soria y esconderlo, las dos cosas al mismo tiempo. Deben decidir si lo quieren dentro conspirando hacia fuera o lo quieren fuera conspirando hacia dentro. Pero no es muy razonable que lo mantengan dentro y fuera al mismo tiempo. Pueden decidirse por la postura del PP nacional, que se ha plegado a los deseos de Montoro y Saénz de Santamaría y ha sacado al exministro de todas las agendas. O pueden pedirle al Ayuntamiento del que Soria fue alcalde que le ponga una calle digna de su ejecutoria.

Pero, hagan lo que hagan, deberían dejarse de complejos.