Anda el personal sorprendido por unas declaraciones de María Australia Navarro, a cuenta del ingreso del PP en el Gobierno de Canarias, recordando que en los gobiernos se está o no se está, y que si no se está en el Gobierno se está en la oposición, y que hay que apechugar con eso. Está el patio interpretando si María Australia ha dicho algo más que lo que resulta obvio. Y es que vivimos un tiempo tan trufado de imbecilidades que a veces conviene recordar hasta la parte más evidente del manual: que estar en el Gobierno obliga a apoyar las decisiones del Gobierno, y estar en la oposición te permite hacer de tu capa un sayo.

Coalición gobierna en una minoría mínima de dieciocho diputados, que se ha sostenido exclusivamente porque el PSOE le aprobó los Presupuestos del 2017 días antes de abandonar el consejo de Gobierno por segunda vez y provocar su expulsión, confiando (enorme ingenuidad) en aquella moción de censura trampa que le vendieron a Patricia Hernández sus asesores. Con los presupuestos canarios aprobados, y el apoyo inquebrantable de Curbelo y sus tres diputados, Clavijo se aseguró la no beligerancia del PP, que apenas le ha creado algún problemilla menor, para recordar (a Clavijo y a los suyos) que estar fuera no es lo mismo que estar dentro. Y ahora, tal y como anunciaron, aprobados los Presupuestos Generales del Estado y pendientes sólo del trámite senatorial y su regreso al Congreso, el PP se siente por fin liberado para descubrir su mejor juego. Quieren cerrar el acuerdo antes del verano, para llegar a los Presupuestos Regionales del 2018 con los cambios ya operativos y repartir el maná que llega de Madrid antes de las elecciones. Para negociar se han distribuido los papeles: Antona ejerce el pontificado, habla con las alturas metafísicas, donde reinan el dios Rajoy y el héroe menor Clavijo. Y los dos apóstoles escuderos, María Australia y Lope Afonso, se reparten las funciones de poli malo y poli bueno. María Australia es la mala: recuerda las consecuencias de salirse del tiesto, y Lope Afonso nos obsequia angelicales reflexiones sobre la necesidad de ponerse de acuerdo en el programa y dejar los repartos para luego. Es un papel más agradecido, pero en realidad esto está ya más que decidido: el PP quiere peso y mando en el clavijato y Coalición intenta reducir el impacto sobre la estructura de un Gobierno que se modificó con carácter provisional en enero, sabiendo que podía durar sólo unos meses. Lo que toca ahora es que se vayan parte de los que llegaron los últimos y vengan otros. Dicen que Baltar es intocable, pero Baltar podría igual estar por el PP, Coalición, el PSOE, la Conferencia Episcopal o el sindicato de mediopensionistas.

Y habrá algún cretino que diga que en Coalición hay malestar con los cambios. Pues claro, sobre todo entre la gente que se va a quedar en la calle, faltaría más. Los medios andamos instalados en el "show" y hay tanto ruido intrascendente e irreflexivo que nos resulta cada día más difícil distinguir los argumentos de las idioteces y a la gente con dos dedos de frente de los memos. Habrá que tirar de las máquinas esas que nos ha regalado Amancio Ortega. Esas que ahora sabemos que no sólo descubren tumores. También detectan de lejos a los gilipollas más ruidosos.