ntre el escándalo del Watergate, que terminó provocando la dimisión de Richard Nixon, y "Todos los hombres del presidente", la película que relataba la investigación periodística de los hechos, transcurrieron apenas cuatro años. l atentado del IRA Auténtico en Omagh, con 29 víctimas mortales, se produjo en 1998; en 2004 se estrenó el filme que contaba la lucha de las familias por la justicia frente al intento de las autoridades de silenciar la verdad. Desde que cuatro personas murieron y 33 resultaron heridas en un accidente de tren en Hatfield hasta que el dramaturgo británico David Hare llevó a la escena las consecuencias de la privatización de los ferrocarriles en su país no pasaron ni siquiera tres años. Cuando Oliver Stone comenzó a rodar "W", su visión sobre la figura de George Bush hijo, este aún se sentaba en el sillón del Despacho Oval.

l cine y el teatro anglosajones nunca han tenido demasido interés en esperar a que las cosas se enfríen para hablar de ellas. Por cercanos que estén y por dolorosos que sean, los sucesos de la realidad son el alimento del que se nutren las artes que normalmente asociamos con la ficción.

Lo que para ingleses y norteamericanos es la norma, en spaña es la excepción. Tal vez por miedo a molestar, a abrir o reabrir heridas, nunca parece el momento apropiado para mirarnos directamente a nosotros mismos en una pantalla o sobre un escenario, sin cambiar nombres y apellidos, sin interponer un velo entre los incómodos hechos y su representación. Y es un problema. sos acontecimientos están cambiando nuestras vidas. Necesitamos hacer un esfuerzo por entenderlos y examinar todas sus implicaciones y claroscuros.

Algo parece estar cambiando. Un montaje teatral basado en la transcripción del careo entre el juez Ruz y Luis Bárcenas ha sido un pequeño éxito en Madrid. La entrevista de Iñaki Gabilondo a Felipe González en TV -"¿Organizó usted los GAL?"- es el argumento de otra obra, estrenada hace solo unos días. Y vendrán más. Puede que los creadores de este país se hayan cansado de dejar enfriar la realidad hasta que se convierta en un cadáver congelado. Puede que el cine, el teatro y la televisión nos ayuden a entender la historia del presente.

* Redactor de L DÍA