A la salida de Barranco Hondo saltó la noticia: el fallecimiento de Cristóbal Rafael Pérez Vega, canónigo de la Catedral de La Laguna y durante décadas párroco de San Alfonso María de Ligorio, en Los Gladiolos, fue un jarro de agua fría en medio de la peregrinación ("precisamente hoy...", comentaban muchos parroquianos).

La Virgen de Candelaria, en su urna de metacrilato preparada por Grúas Cuchi y vestida por su camarero Jaime Estévez, entró al hospital que lleva su nombre después de 16 años por la parte de Traumatología para sorprender a los enfermos, familiares y sanitarios que la esperaban junto a la entrada principal, despojada del vehículo y en las andas de la Virgen de La Concepción, las mismas que portó por primera vez, en 1959, con motivo de la inauguración de su Basílica.

La "pelea" con el tiempo fue constante durante el trayecto: a la salida de Las Caletillas, la comitiva mariana había "perdido" una hora sobre el tiempo previsto, quizá por aquello de lo dolorosas que son las despedidas. Luego, desde El Humilladero, el tándem formado por el jefe de Protección Civil y Seguridad, Pedro Valladares, y el responsable de los voluntarios, Pedro López, hizo posible que se ganara parte del tiempo perdido. Pero en La Residencia el cambio de la urna al trono se demoró durante más de una hora. Así, el acto que estaba previsto que comenzara a las 14:30 horas se celebró a las 16:00, un retraso anecdótico si se toman en consideración las caras de emoción que desvelaban el encuentro de los enfermos con la "doctora del amor" -como la definió el obispo- que los visitaba.

El prelado nivariense, Bernardo Álvarez, que se incorporó a la peregrinación precisamente en La Residencia, fue el encargado de animar a los enfermos en su encuentro con la Morenita. Ya en el recinto sanitario, la comitiva arrancó desde el edificio de Enfermería hasta el hall encabezada por miembros de un grupo de la Pastoral Juvenil, que portaron un farol de la Misión Diocesana y que, con su canto, acercaban un pedazo de cielo. A partir de ahí, acto protocolario por parte del gerente, que recordó la historia del centro, proclamación del Evangelio de María a los pies de la cruz, ofrenda de un ramo de flores y peticiones por todos los presentes. Cuando iba a enfilar la salida, una de las peregrinas que había comenzado el recorrido en Candelaria se arrancó con una malagueña que contagió de emoción a los asistentes.

A su paso por Miramar, el párroco de San Juan de la Cruz, Roque Rodríguez de la Guardia, había sacado al santo titular para saludar a la Virgen.

La peregrinación puso rumbo a García Escámez. Ahí, el arcipreste de Ofra, Antonio Gómez, y el concejal Dámaso Arteaga ofrecieron la segunda bienvenida de la Patrona a Santa Cruz (la primera fue la que tuvo lugar en El Humilladero, en el Suroeste).

Los miles de peregrinos, a su llegada a Tío Pino, se hicieron una voz para cantar el "Virgen de Candelaria", que concluyó con el grito de "¡Guapa, guapa y guapa!". En la gasolinera Disa del barrio, decenas de feligreses aprovecharon para ir a repostar y comprar agua, lo que provocó unas colas que, sin embargo, dejó impávidos a los dos trabajadores, más preocupados por inmortalizar con sus móviles el momento.

La siguiente cita era San Alfonso María de Ligorio, que se intuía que no iba a ser un paso de trámite. Así, hasta sin megafonía, volvió el obispo, quien, frente por frente al templo de Los Gladiolos, pronunció un responso por el alma del sacerdote fallecido Cristóbal Pérez Vega. Justamente en este barrio se incorporaron, vestidos de gala, el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo; el del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, y el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez.

El recorrido procesional continuó por la avenida Benito Pérez Armas -ya con las mangas cruces y todo ese boato característico de las procesiones solemnes- para enfilar la avenida de Bélgica, y de ahí... al corazón de Santa Cruz.