Al término de la procesión de la noche del martes, el caos se adueñó de la plaza de la Basílica, la calle de la Arena y aledaños, con las nuevas papeleras y los contenedores atestados. La plaza demostró su polivalencia: en menos de cuatro horas es capaz de acoger una ceremonia de los guanches, albergar a miles de peregrinos para la procesión o transformarse en escenario para parrandas o para acampar los más jóvenes, que este año incorporaron la "moda" de venir con un carrito de supermercado y, en algún caso, con alguna persona dentro.

A las cuatro de la madrugada parecía imposible que tres horas después estuviera todo impoluto. Pero se hizo el milagro. Cuando llegó la Guanchería, de Los Realejos, sobre las ocho y media, la Villa parecía una patena que dejaba en el olvido el campo de batalla en el que se convirtió la noche anterior. La Guanchería fue el primer grupo oficial de peregrinos en llegar, y el prior de la Basílica, Daniel López, los recibió en el interior y agradeció que este año su ofrenda fuera en forma de alimentos y no de flores.

Luego llegaron los corredores de la ofrenda floral, que partieron del parque de La Granja. A la cabeza, Enrique Robayna, quien lleva 27 años organizándolo. Frente al auge que se vivió en 2017, cuando participaron unos dos mil corredores, esta edición el pelotón quedó menguado a unos 800; al parecer víctima de los "pasajes baratos" gracias al 75%, se lamentó algún participante. En previsión de que llegaran los dos mil corredores del año pasado, la Patrona de Canarias salió a recibir a los atletas a un lateral de la Basílica, para desconsuelo de Enrique Robayna, que recuerda con emoción la entrada al templo entre vítores y aplausos de los fieles. Entre los atletas, la madre de Eugenio Correa. Él vino a pie con su pareja, Alba, el mismo día que se cumplía y con el deseo de una hora cortita en el parto.

En la calle de La Arena, a la altura de la carpintería de Agustín, Masi Carvajal, director de la segunda murga en concurso más antigua del Carnaval, que en 2020 celebra sus bodas de oro, saludaba al fundador del colectivo más novel, Papuchi, de Arremangados. Junto a Masi, sus Diablos Locos rindieron tributo a la Patrona "otro año más", como dice su pasacalle. No quiso faltar a la cita Manolo Yanes, el "hombre de verde" del Carnaval, quien encomendó su salud a la Virgen de Candelaria.

En el Ayuntamiento, las autoridades se preparaban para la procesión. A lo lejos parecía llegar Alberto Bernabé, consejero del Cabildo... pero era el presidente del Gobierno, Fernando Clavijo, que estrena una barba que delata que el 10 de agosto celebró su 47 cumpleaños, siempre cercano y presto para saludar y sacarse una foto con cuantos se lo pidieron.

Haciendo el paseíllo por la calle de La Arena, del ayuntamiento a la Basílica, muchos políticos. Algunos ajenos a los consejos de Tenerife Moda: como el alcalde de Arafo, con traje azul eléctrico como sinónimo de traje oscuro, o la alcaldesa de Candelaria, de "negro protocolo", salvo los zapatos, "rojo carmín", o Cristina Tavío, de corto, corto.

Ya en la plaza, imagen histórica: tres mujeres acaparan el poder. La alcaldesa, la delegada del Gobierno en Canarias y la presidenta del Parlamento y representante del rey. Ya en el templo, el obispo le pidió a ella que le transmitiera a Felipe VI que lo espera algún año en Candelaria. Pero antes de la misa, parada militar, con la Banda de Música del Aire, de la Base Militar de Gando, a ritmo del "Pasodoble Islas Canarias", lo que despertó los aplausos del público presente, que siguió por la pantalla de la plaza la eucaristía. El obispo dedicó su homilía a una catequesis sobre la Virgen, después de desgranar casi un folio de salutaciones y recuerdos a autoridades presentes y ausentes.

Al término, procesión alrededor a la plaza, con una exigua exhibición pirotécnica -quizás por temor a revivir el conato de la noche en el risco de Santa Ana-. Durante el paseo, alguna persona deslizó una crítica a los "figurines", como los llamaron, que viven de los impuestos del pueblo, reprochó. Despedida y cierre: la Banda las Candelas interpretó el "Arrorró", que permitió descubrir que Carolina Darias era la única persona de la plaza que se sabía la letra y lo cantaba. De broche: "¡Viva la Virgen de Candelaria!, ¡viva la Patrona de Canarias!, ¡viva nuestra Morenita!", que abría la espera a la ofrenda de la noche.