A las ocho de la mañana de ayer llegaron efectivos de la Policía Local de Granadilla de Abona y de la Guardia Civil a desalojar el edificio "El Barco", en La Jurada (San Isidro). Rodearon las 41 viviendas, propiedad de la sociedad Building Center (vinculada al Banco Santander), ocupadas por 39 familias (en torno al centenar de personas) que las abandonaron antes de las 14:00 horas por orden judicial. Algunas puertas de esas casas recibieron alguna patada de la autoridad.

Esta comunidad formada por una inmensa mayoría de desempleados, un grupo nutrido de inmigrantes (algunos, sin papeles), familias con menores y ancianos que carecían de suministro público de agua y luz -muchos, incluso, de ayuda social-, no recibió comunicación previa. "¿Dónde me voy a meter?", reflexionaba una de las afectadas. "Desde el ayuntamiento se ha estudiado cada uno de los casos y, desde hoy mismo, se ha ofrecido la alternativa de hospedaje en un hotel de la zona a uno de los casos de mayor vulnerabilidad, porque el resto ya se han alojado con sus familias, hasta que se pueda dar una salida entre todas las administraciones".

Esa respuesta oficial choca con lo que manifestaron otros de los afectados. Hay quien optó por vivir en su vehículo, hay quien se mostró convencido de que "me busco otro sitio donde estar de ocupa", hubo quien recibió la ayuda de algún familiar y hasta el apoyo de otros vecinos.

Aunque el gobierno local aseguró que dispuso desde primera hora de "un equipo de menores y de mayores que atendiera las incidencias y las necesidades concretas", casi a mediodía seguían esperando la presencia de asistentes sociales en lo que "quizá haya sido el edificio más problemático de San Isidro", llegaron a asegurar.

Admiten que las peleas y los robos existían, que se produjeron varias muertes por sobredosis durante los últimos años (muchos llevan más de cinco residiendo) y que alguno "destrozó todo lo que pudo", pero "también hay mucha gente inocente". "Era mejor vivir aquí que en una cueva", porque, incluso, había quienes les ayudaban con comida y enseres. Ahora se enfrentan al reto de "que no tenemos dinero suficiente para pagar un alquiler como los que piden. ¿Pegamos la patada a otra puerta? No sé a dónde iremos. Esto es una crueldad".