Al final pasó lo que nadie, excepto unos pocos, entre ellos el vecino denunciante, quería que pasara. Berta y Antonio se han visto obligados a dejar su casa en la que llevaban viviendo más de dos décadas. El desalojo fue dictado desde hace meses sin que los gritos, los silbidos, ni la voluntad de los vecinos, que ven en el caso de esta pareja septuagenaria una injusticia, pudieran pararlo. No importó que algunas personas se encerraran dentro de la vivienda del 102 en la calle Ismael Domínguez, la labor de la Guardia Civil era desalojar el hogar, a pesar de los posibles impedimentos. Un trabajo que se llevó a cabo bajo un fuerte ambiente de reivindicación pero, a su vez, totalmente pacífico y que se desarrolló sin incidentes.

Amanecía en Tacoronte cuando ya se congregaba gente para apoyar a Berta y Antonio. El reloj marcaba las 7:00 de la mañana pero el sueño no era lo más importante. Saber qué iba a pasar con el matrimonio y su casa se erigía como la única preocupación de las casi cien personas que se aglutinaban cerca del cordón policial. Aunque se gritaba al vecino del 104, Urbano Hernández, solamente él tenía la potestad para paralizar el desalojo, una situación que no se produjo, a pesar de la presión vecinal. En un abrir y cerrar de ojos, el movimiento policial comenzó a hacerse patente, se acercaba la hora fijada, las 8:00 de la mañana.

No fue sencillo acceder a la vivienda donde pasaron la noche unas veinte personas junto a la pareja tacorontera. Los agentes echaron la puerta abajo para poder entrar y poco a poco fueron sacando a cada uno de los vecinos que se encontraban dentro del 102. Tras unos minutos de incertidumbre salieron Antonio y Berta, derrotados por el cansancio después de una lucha que dura ya una década y que no han logrado vencer. A pesar de que desde la plataforma “Yo también vivo en el 102” se argumenta que poseen pruebas de que se cometió un atropello con el matrimonio. Incluso, el portavoz Cristian González afirma que “la primera que sabe que es una injusticia es la jueza y ella tiene parte de responsabilidad en este asunto”.

Dolorido por perder su casa, Antonio se atrevió a hablar a los medios, quería dar su opinión una vez más. Sus palabras de agradecimiento hacia sus vecinos se tornaron en lágrimas de emoción y pesadumbre. “Yo no quería nada sino mi casa, que la he pagado yo”, aseguró. La vivienda del 102 ya se encuentra desocupada y, afortunadamente, la pareja tiene un lugar donde quedarse esta noche. “El alcalde ha hablado conmigo sobre ese tema”, atestiguó Antonio antes de regresar con Berta que se hallaba en otra casa recuperándose de esta batalla. Una pelea que parece que termina con las manos vacías pero habiéndolo dado todo, incluso su casa.