Cristian, el segundo asaltante de la casa de Arafo (Tenerife) en la que el 1 de marzo de 2015 falleció su compañero Jonás por un disparo del dueño de la vivienda en la que iban a robar, declaró hoy que él hubiera hecho lo mismo que el propietario, o incluso más.

"Yo no dejaría que se escapara ninguno", testificó Cristian ante el tribunal del jurado que juzga a Jacinto S.M., el dueño de la casa, que entonces tenía 80 años y que está acusado de homicidio y tenencia ilícita de armas.

La fiscalía pide para Jacinto la absolución por el homicidio, al considerar que actuó en legítima defensa, y dos años de prisión por tenencia ilícita de armas, mientras que la acusación particular, que representa a la madre del fallecido, reclama diez años de cárcel y una indemnización de 78.000 euros.

En la casa, ubicada en una finca aislada, entraron en la noche del 1 de marzo de marzo Jonás, que tenía 26 años, y Cristian, entonces menor de edad, en un robo que, según ha testificado, fue planeado por el padre de este último, José, quien permaneció fuera de la finca junto a otro de sus hijos y su novia mientras se perpetraba el asalto.

En el interior de la vivienda y en una edificación contigua estaban ese día los propietarios, Jacinto y su esposa Mercedes, y una hermana de esta, Carmen, quien se encerró en un baño y desde allí llamó a sus familiares para que avisaran a la Policía.

Jacinto, con la excusa de ir a buscar algo de dinero para los asaltantes, se trasladó a una habitación de la que cogió un revólver para el que no tenía permiso y efectuó dos disparos, uno de ellos al suelo y otro que alcanzó a Jonás en el cuello y acabó con su vida.

El otro asaltante, Cristian, huyó del lugar y ya ha cumplido la condena por robo a la que fue sentenciado por un tribunal de menores. En su testimonio en el juicio manifestó en todo momento que está "a favor" del matrimonio.

"Les rompimos la vida en ese incidente y si tengo que cumplir una condena más, lo hago", declaró Cristian, y añadió que él hubiera hecho lo mismo, solo que en su caso "no dejaría que se escapara ninguno".

Cristian responsabilizó a su padre, José, de haber ideado el asalto y de haberle coaccionado a él, y cree que también a Jonás, para realizarlo.

Decidieron robar en esa casa porque un amigo suyo, hijo de una señora que había trabajado en la vivienda, había informado de que el matrimonio guardaba dinero.

El testigo admitió que encañonó al dueño de la casa en la cabeza con una pistola simulada que llevaba, pero señaló que en ningún momento agredió a la mujer ni vio que Jonás la pegara.

También testificó que él vio a la hermana de la dueña de la casa, quien se escondió en el aseo, pero no dijo nada a Jonás para que no le hiciera daño.

Cuando el propietario de la casa se dirigió a una habitación contigua supuestamente en busca de dinero, Cristian lo acompañó, pero vio que en cambio sacaba una pistola de un armario, así que escapó.

También la huida fue la primera reacción de Jonás y los dos asaltantes tropezaron en la puerta, tras lo cual Cristian siguió corriendo, pero su compañero cayó al suelo.

Mientras Cristian corría escuchó dos disparos, y pensaba que iban dirigidos hacia él. No sabe si Jonás se levantó y se quedó con intención de enfrentarse al dueño de la casa como alega Jacinto, aunque cree que sí.

Durante el asalto, Cristian dijo que él estaba muy asustado, mientras que Jonás estaba "alterado y ajetreado". Al dueño de la casa lo vio "nervioso" pero a la vez "con sangre fría", lo cual le sorprendió.

En el juicio también ha comparecido como testigo la esposa de Jacinto, Mercedes, quien señaló que fue agredida por los asaltantes y que mientras uno le aplastaba la mano con una puerta el otro la golpeaba con el pie, a la vez que proferían insultos y amenazas de muerte.

"Estoy viva porque mi marido hizo lo que hizo. Si no, no estaría vivo ni él ni yo", declaró.

También testificó que los asaltantes, al ver la pistola iniciaron su huida, pero uno de ellos retrocedió y avanzó hacia su marido con una barra de hierro en la mano mientras decía: "A ti te ahorco yo, cabrón", tras lo cual se oyeron los disparos.

Su hermana Carmen testificó que ella se encerró en el baño, desde donde telefoneó a su hijo y a su sobrino para que avisaran a la Policía, convencida de que los iban a matar a los tres.

Cuando oyó los dos disparos desde su encierro pensó que su hermana y su cuñado habían sido asesinados, hasta que oyó después sus voces y salió de su escondite.