Un cuarto sucio, que no olía precisamente a limpio, el cadáver de una anciana extremadamente delgada, en posición fetal, tan solo cubierta con un pañal, y con el dedo gordo en la boca, llagas profundas que no daban la impresión de haber sido cuidadas o paredes con manchas que parecían heces. Ese es el panorama que se encontró la policía y personal sanitario cuando el 28 de agosto de 2015 se acercaron a un piso en el barrio santacrucero de Los Gladiolos tras recibir una llamada para alertar de la muerte de un familiar.

Durante la vista oral por presunto homicidio por omisión que tiene lugar en estos días, una enfermera del centro de salud de Los Gladiolos intervino para señalar que "nunca había visto un cadáver en esas condiciones; ningún paciente resistiría la mitad de esas heridas". La sanitaria negó que hubiese sido requerida alguna vez para atender a la anciana desde el año 2013. Pero entre ambas ocasiones el estado de la enferma había cambiado significativamente; en aquel primer momento apenas presentaba una serie de heridas que son frecuentes en pacientes encamadas, pero lo que observó el día del fallecimiento tuvo como efecto que la doctora se negase a levantar un acta de defunción. Ayer el jurado también pudo observar las fotografías obtenidas por la policía y que dieron lugar a que dos acusados, hijos de la anciana, José R.Ll.A. y Ana A.Ll.A., salieran de la sala llorando.

La enfermera rechazó los argumentos de la defensa de que había ido en más ocasiones a esta casa y los certificados que se intentaban presentar como pruebas apenas eran documentos de repetición de recetas. La facultativa indicó que el cadáver tenía heridas que no son habituales, como una que se encontró en el hombro y que al igual que las restantes no daba la impresión de haber sido nunca curadas. Otro tanto ocurría con un claro estado de desnutrición, con un peso de apenas 25 kilos cuando según su altura no debía ser inferior a los cuarenta. La postura en la que aparecía encogida, según la facultativa, "no era desde luego normal". Por lo tanto, negó los argumentos de la defensa de que hasta el día anterior se podía sentar, tenía fuerza en los brazos, comía por sí sola, se arrancaba los pañales o tomaba agua de la mesilla.

Ayer también intervinieron dos vecinos que ofrecieron testimonios contrapuestos. Uno dijo que había visto a la anciana en la ventana apenas un mes antes de la muerte, que nunca la oyó quejarse y que cree que recibió un trato adecuado. El otro, sin embargo, tachó a los acusados de malas personas, vividores, de tener problemas con la bebida y llevarse mal con su madre. La escala de insultos llegó al punto de que la juez, Lucía Machado, cortó la declaración señalando que no estaban allí para resolver los problemas de Los Gladiolos.

El hermano de los acusados se acogió a su derecho a no declarar.