"Siempre estuve con mi madre, nunca la abandoné, la quería con toda mi alma". Con esta frase pronunciada entre lágrimas por José Ramón Ll.A., acusado de la muerte por abandono de una anciana que residía en el barrio de Los Gladiolos en Santa Cruz, se inició ayer el juicio con jurado por esta causa. El Ministerio Público solicita 20 años de prisión para este acusado, al igual que para la hija, Ana A.Ll.A. y su nuera, María N.G.R..

José Ramón Ll.A. vivía en casa de su madre y compartía el cuidado de esta con su hermana. En su momento se quedó en paro, de manera que la pensión de 636 euros de su madre se convirtió en el único sustento de la familia. La anciana padecía varias enfermedades como osteoporosis o incontinencia urinaria. Tenía anquilosados los pies, por lo que fue encontrada en posición fetal y con varias heridas. En 2013 la ingresaron porque no se alimentaba, aunque tuvieron que traerla a su casa, dado que el médico le indicó que no estaba enferma. El acusado dijo que en los últimos años una enfermera acudió en una o dos ocasiones a la vivienda para observarla. Ratificó que su madre se negó a ir a un centro de la tercera edad:. "Ella siempre quería quedarse en su casa y por eso no le gustaba ir al médico, por miedo a que la internaran".

Aseguró que la lavaba tres veces al día, que le daba de comer potajes, aunque ella solo digería alimentos infantiles y yogures y el resto, lo escondía. "Precisamente, la semana antes de su muerte encontramos mucha comida oculta. A veces la escupía". Cada cierto tiempo la cambiaban de postura para que no tuviera llagas, "pero ella se daba la vuelta porque se le dormía el brazo". Sobre los restos de heces encontrados en los pies, aseguró que eran manchas de betadine y dijo que la noche del fallecimiento había dormido vestida. No entiende, por lo tanto, que cuando llegó la policía tras avisar de la muerte, estuviera desnuda, ni que la habitación oliera mal ya que la había limpiado su hermana el día antes. O que no encontraran restos de comida en el estómago o en los intestinos, al asegurar que la jornada anterior había comido y cenado. Desconocía que alguna de las heridas llegaban hasta el hueso o la razón por la que el médico se negó a firmar el acta de defunción.

Su hermana se encargaba de la limpieza del cuarto y a veces también la lavaba y le daba de comer. Por el contrario, a su mujer no la dejaba entrar en la habitación y tampoco le permitía que la bañara "porque tenía vergüenza". Asegura que en varias ocasiones tuvo que pintar la pared porque su madre tiraba defecaciones y que cada cierto tiempo cambiaba el colchón. La pensión la cobraba la hermana y luego le daba lo que restaba una vez que se pagaban los recibos, alrededor de 400 euros. Justifica que los vecinos pensaban que la anciana ya había muerto porque no le gustaba salir.