José Ramón Larena, que junto a su hermana Ana Antonia y su compañera, María Nazaret, está acusado del homicidio por omisión de su madre, ha afirmado hoy durante el juicio que nunca abandonó a su progenitora, a quien quería, añadió, "con toda mi alma".

Estas afirmaciones las realizó José Ramón durante la primera sesión del juicio con jurado que hoy se ha iniciado en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife y después de que el Ministerio Fiscal pidiese veinte años de prisión para cada uno de los acusados, mientras que sus defensas han solicitado la absolución.

La muerte de Ana Antonia Llarena se produjo el 26 de agosto de 2015 en piso que en el barrio de Los Gladiolos de la capital tinerfeña compartía con su hijo, la compañera de éste y un hijo de ambos, y la fallecida sufría osteoporosis, incontinencia urinaria y adición a benzodiazepinas, según el informe del Ministerio Fiscal.

La hija de la fallecida vive en La Laguna junto a su marido con discapacidad, y en la exposición del Ministerio Fiscal se destacó que los únicos ingresos que tenían estas personas durante los últimos años eran los 636 euros que Ana Antonia Llarena recibía por su viudedad.

En la jornada de hoy declaró el hijo, quien respondió a las preguntas de Ministerio Fiscal y de las defensas de su hermana y de su compañera, mientras que mañana lo hará a las de su abogado.

El Ministerio Fiscal señala en sus conclusiones que la mujer fallecida no acudió a revisión médica alguna entre 2010 y 2013, año este en el que fue ingresada de urgencia el 30 de noviembre porque tenía úlceras sobreinfectadas, sepsis secundaria, desnutrición e hipotasemia leve, con un deterioro progresivo por encamamiento y cognitivo por demencia.

Subraya el Ministerio Fiscal que los acusados en ningún momento pidieron el ingreso de la mujer en un centro adecuado y asegura que sufrió abandono y despreocupación, para añadir que dejaron de alimentarla, cuidarla, asarla y cuidar sus heridas.

También indica que los servicios sanitarios y la policía que acudió a la vivienda cuando el hijo llamó al 112 por la muerte de la mujer encontraron la habitación "en u total estado de abandono, con acumulos de suciedad, incluso de heces, y el cadáver de la anciana impresionando, según la autopsia, un estado prolongado de abandono sin cuidados higiénicos sanitarios y malnutrición".

La mujer pesaba 25 kilos en el momento de su muerte, y su cuerpo presentaba "desnutrición severa", y apenas tenía masa muscular ni grasa, mientras que presentaba "múltiples escaras necróticas en ambos lados de su cuerpo, que no estaban protegidas por gasas o vendajes y resto de heces en sus pies".

La defensa del acusado aseguró que su defendido nunca tuvo intención de matar a su madre y alegó que por ello en 2013 fue hospitalizada por un cuadro similar al que tenía cuando falleció, y que días antes del fallecimiento el hijo había solicitado la renovación del DNI de su progenitora.

También destacó la defensa que la pensión de viudedad era el único ingreso regular de la familia desde 2015, de forma que con la muerte de la mujer ese dinero dejó de percibirse.

Durante su declaración el acusado explicó que no trabaja desde hace ocho años y que cuando fue ingresada en 2013 en el Hospital Universitario de la Candelaria fue derivada a la Clínica Parque, donde les dijeron que la mujer no reunía las condiciones para estar en un centro sanitario.

Manifestó que su madre no quería ir al médico ni salir de la cama y declaró que nunca se fue de la casa para cuidar de ese modo de su madre.

José Ramón Larena indicó que él era quien se ocupaba de su madre, si bien su hermana le ayudaba varios días a la semana en el aseo de la mujer y en la limpieza de la habitación, mientras que su compañera hacía casi siempre la comida y no ayudaba porque le daba vergüenza a la ahora fallecida.