Las consecuencias que se desprendieron ayer de las pruebas periciales realizadas durante la celebración del juicio con jurado popular en la Sección Sexta de la Audiencia Provincial confirman que la muerte de Lázaro Alberto, ocurrida el día 5 de diciembre de 2008 en el interior de una vivienda de la calle Pestiño de Santa Cruz, se debió a un golpe que recibió en la cabeza compatible con un botellazo y que le dejó una herida de seis centímetros de largo por uno de ancho que hizo que falleciera en media hora, propiciado por la cirrosis que padecía.

El referido golpe con una botella de cristal lo recibió de alguien que se encontraba frente a él, diestro y cuando Lázaro Alberto se encontraba en un plano inferior a su atacante. El acusado, Juan Carlos L.P., para el que el Ministerio Fiscal pide 12 años de prisión y una indemnización de 300.000 euros al considerarlo autor de un delito de homicidio, aseguró en su turno de palabra que decía la verdad: "Lázaro -también conocido como Raimundo- era mi amigo y yo no lo he tocado. Yo soy inocente", pero en la vivienda que compartían víctima y acusado en la calle Pestiño de esta capital solo vivían dos personas, Lázaro y Juan Carlos L.P. La defensa solicita la absolución al considerar que no hay prueba alguna que apunte a su cliente como autor del hecho.

Periciales contundentes

Durante toda la mañana y primeras horas de la tarde se llevaron a cabo las periciales médicas y forenses, durante las cuales se dejó claro que "la víctima sufrió un shock hipovolémico que hizo que perdiera un litro de sangre, lo cual es incompatible con la vida. Pese a que la herida era de escasa entidad, al ser una persona con cirrosis, ya que solía consumir mucho alcohol diariamente, se desangró porque la herida no fue limpiada y suturada".

Otro perito aseveró que "es imposible que después de haber perdido tanta sangre que se encontró en el colchón se pudiera levantar, cambiarse de ropa y colocarse en el pasillo de la forma en que se halló el cuerpo -que no era una posición normal-. Ni a gatas puede levantarse y menos con una concentración de alcohol en sangre de 2,28 gramos por litro". El cuerpo, según los expertos, "fue arrastrado boca arriba desde el dormitorio al pasillo". Un forense explicó que si se hubiera levantado y caminado para cambiarse de ropa, los calcetines tendrían manchas de sangre, pero estaban limpios y la sudadera también. No se hallaron señales de pelea. El informe psiquiátrico realizado al acusado muestra a una persona dependiente del alcohol, pero que sabe diferenciar lo que está bien de lo que está mal. "No es capaz de controlar sus impulsos y luego busca excusas".