Tiene una decena de títulos, dos hijos y más de 12.000 seguidores en Instagram. La nutricionista Natalia Moragues pronuncia la conferencia Los efectos de la alimentación, una carrera de fondo.

¿Por qué el título de su conferencia?

Porque los efectos de la alimentación no son visibles a corto plazo sino a medio y largo plazo. Además, afectan de una forma que a veces no es patente. Por ejemplo, la alimentación que lleve una madre lleve antes o durante el embarazo va a programar metabólicamente al niño para que en su edad adulta tenga más predisposición a padecer cierto tipo de enfermedades. Es decir, antes de nuestro nacimiento, ya hay factores de la alimentación que van afectar nuestra salud.

Recientemente el titular de una entrevista era Dime dónde quieres tener cáncer y te diré cómo te tienes que alimentar. ¿Es realmente tan importante?

Sí, todas las enfermedades están íntimamente relacionadas con la alimentación. Pero como no es algo inmediato, no somos conscientes de ello y solo cambiamos hábitos cuando ya nos hemos llevado un susto provocando daños en los que a veces ya no se puede dar marcha atrás y que se podían haber prevenido

¿Sería necesaria mayor educación? Al final nadie nos ha enseñado a comer?

Sí, hace falta educar para concienciar. Los padres, por ejemplo, no nos damos cuenta de lo malos que son algunos productos infantiles. Los compramos porque la única información nutricional que nos llega es a través de la publicidad y los medios.

De hecho, usted es la presidenta de la asociación científica Dietética sin Patrocinadores. ¿Por qué y cómo surgió?

En un congreso de nutrición, nos dimos cuenta de que había un montón de intereses económicos en todas las ponencias. Había un sesgo muy grande y sobre todo por marcas de productos que no eran saludables. Por eso, quisimos empezar a divulgar sin intereses de la industria alimentaria.

Cuando hacemos la compra, es probable que la falta de poder adquisitivo nos obligue a optar por los productos más baratos aunque en ocasiones quizá no sean los mejores.

Comer sano no tiene por qué ser caro. Si compramos cosas que están de moda como chia o quinoa, el precio se nos puede ir a las nubes pero se puede comer sano a buen precio a base de legumbres, arroz o guisos de toda la vida. El problema está en que comer mal es muy barato. Con la comida rápida ocurre lo mismo, pero en vez de comprarnos dos hamburguesas de un euro, podríamos ir al bar de la esquina a tomarnos una tapa.

Quizá la falta de tiempo para cocinar también tengo algo que ver.

Yo antes consumía alimentos procesados o precocinados que solo había que calentar porque los veía muy cómodos y rápidos. Pero tampoco sabía que no eran sanos. Nadie tiene por qué saberlo. Y evidentemente, la empresa que te lo vende no te lo va a decir sino que lo va a pintar superbien, tanto en el envase como en el anuncio. Es algo muy goloso, en marketing lo saben hacer muy bien jugando con los colores además de las palabras eco o bio y al final nos la cuelan. Pensamos que compramos cosas que son sanas cuando realmente no lo son. El 70% de los cánceres se pueden prevenir simplemente llevando una buena alimentación, sin beber alcohol y haciendo ejercicio.

El debate de los últimos meses... ¿desayuno sí o no?

Depende, no hay una norma general. Lo que decimos los nutricionistas es que es más saludable que los niños no desayunen a que tomen galletas o magdalenas. Si les ofrecemos estos productos azucarados, probablemente el niño se los coma incluso sin tener hambre porque son difíciles de rechazar. Es como cuando estás en un restaurante y ya no puedes más, pero para el postre siempre puedes. Son alimentos capaces de saltarse esas señales de saciedad de nuestro organismo. Entonces, de un modo u otro, nos sobrealimentamos y además con productos que no son saludables.

¿Hay algún truco para aprender a parar?

Yo recomiendo dos cosas. La primera, comer despacio y masticar bien para tener antes la sensación de saciedad. Además, al comer despacio le damos tiempo a nuestro organismo para que nos avise cuando ya hemos comido bastante. Desde que empezamos hasta que nuestro cerebro identifica la señal de saciedad, pasan como unos quince minutos. Si comemos muy rápido, no le damos tiempo para que nos avise y luego tenemos esa hinchazón del estómago por haber comido más de la cuenta. La segunda cosa que tenemos que tener en cuenta, es tener clara la proporción que debemos ingerir de cada tipo de alimento. Para esto viene muy bien tener en la mente lo que se llama el plato de Harvard: un círculo que dividimos por la mitad. La mitad de ese plato debería estar lleno de verdura, ensalada y fruta. Y la otra mitad, dividiéndola en dos, de proteínas e hidratos de carbono.

¿Qué aberraciones ha llegado a escuchar en su consulta?

Las barbaridades más grandes que he escuchado tienen que ver con dietas que incluyen suplementos diuréticos. Hay muchos centros de dietética que no cobran la primera consulta de nutrición, te asesoran sin conocimientos porque no son nutricionistas, te ponen una dieta y te venden sus productos. Al final, atiborran a la gente a pastillas, diuréticos y laxantes. Entonces, al final hay una pérdida de peso pero porque están deshidratando a la persona con efectos muy negativos. Las personas que están detrás del mostrador no son profesionales de la nutrición, que recordemos que es una carrera. En cuanto a las dietas milagro como la de la piña, muchas veces es peor el remedio que la enfermedad.

La alimentación también va por modas. ¿Hay algún alimento que esté sobrevalorado?

A mí toda esta moda de los superalimentos no me gusta. No hay superalimentos que por sí solos tengan poderes milagrosos. Eso sí, todas las verduras y hortalizas son siempre buenas.

¿Y qué opina de la otra moda de imponer a los bebés una dieta vegetariana o vegana?

El problema está en que muchas veces no se hacen bien las cosas. Es decir, una dieta vegetariana per se no tiene por qué ser saludable, porque uno puede alimentarse a base de arroz y pasta, y eso no es adecuado. Hay mucha gente que critica a los padres, pero no hay ningún problema en llevar una dieta vegetariana desde la infancia siempre que haya un buen asesoramiento.

Sostiene que la leche materna es el mejor alimento posible para los recién nacidos, ¿pero hasta cuándo?

La Organización Mundial de la Salud recomienda que exista una lactancia materna exclusiva durante los primeros seis meses de vida. Y que se siga tomando leche con una alimentación complementaria hasta los dos años como mínimo.

¿Y como máximo?

Hasta que el niño y la madre quieran. Si quieren hasta los cinco años, no hay problema. El problema lo tiene la sociedad, que lo ve raro. Pero no hay ningún perjuicio para la salud, todo lo contrario. La inmunidad de la madre pasa al niño mediante la leche. Además, dar el pecho es mucho más que alimento, es un nexo entre la madre del hijo que calma y da mucha autoestima, tiene muchos beneficios.

Pero la escasa conciliación laboral está acortando ese periodo de lactancia.

Sí, es muy injusto. En España, una mujer en España se tiene que reincorporar al trabajo antes de que hayan pasado esos seis meses recomendados.

Su cuenta de Instagram acumula 12.000 seguidores, su experiencia es un buen ejemplo de utilización de las redes.

Son mi forma de transmitir esa información nutricional veraz.