Dieciséis expertos en cetáceos de cinco países recomiendan seguir los pasos de la decisión que España tomó hace quince años al prohibir el uso del sónar antisubmarino en Canarias para proteger a las poblaciones de zifios, empezando por el Mediterráneo.

La revista Proceedings of the Royal Society B publica este mes un trabajo que resume todo el conocimiento científico generado en los últimos años sobre qué les ocurre a los mejores buceadores de la naturaleza cuando se ven expuestos a las emisiones sonoras de media frecuencia que las armadas utilizan para detectar a los submarinos.

El trabajo recuerda que hasta los años 60, cuando el sónar antisubmarino comenzó a emitir en frecuencias más bajas, solo se habían documentado en el mundo 15 casos de varamientos masivos de zifios. A partir de ese momento, se han producido al menos 121 varamientos en grupo. Y subraya que en 37 de esos últimos casos, en los que murieron 61 zifios de Cuvier, ente otras especies, se comprobó que esa zona se había producido en esas fechas maniobras navales de Estados Unidos o de la OTAN.

Los científicos comenzaron a sospechar de esa asociación entre los varamientos masivos de zifios y las maniobras navales en los años 80 y en Canarias. Una década después, un caso ocurrido en Grecia permitió probar que la culpa la tenía el sónar antisubmarino.

En 2002, cuando 14 zifios murieron en Fuerteventura durante unas maniobras de la OTAN, se descubrió qué les ocurría: el sonar rompía sus patrones de buceo y el mejor buceador de la naturaleza moría por el síndrome de descompresión.

El director del equipo que hizo ese descubrimiento, el catedrático de Veterinaria de la Universidad de LPGC Antonio Fernández, y su compañera, Yara Bernaldo de Quirós, lideran una nueva publicación que expone las lecciones de aquellos acontecimientos.