El Ministerio de Sanidad de la República Democrática del Congo (RDC) ha cifrado en 370 el número de muertes probables por el brote de ébola en el noreste del país, según los últimos datos divulgados hoy por este organismo.

En un informe emitido con cifras vigentes hasta el 2 de enero, las autoridades indican que el total de casos se sitúa en 609, de los cuales 561 están confirmados en pruebas de laboratorio y 48 son probables.

Como consecuencia del virus, unos 1,2 millones de electores de las zonas del noreste y el oeste no pudieron votar en los comicios del pasado domingo y no podrán ejercer su derecho hasta marzo de 2019, casi dos meses después de que se den a conocer los resultados de las elecciones.

Este brote se declaró el pasado 1 de agosto en las provincias de Kivu del Norte e Ituri, si bien el control de la epidemia se ha resentido por el rechazo de algunas comunidades a recibir tratamiento y la inseguridad en la zona, donde operan numerosos grupos armados.

Se trata del segundo brote declarado en 2018 en RDC -sólo ocho días después de que el ministro congoleño de Sanidad, Oly Ilunga, proclamase el fin de la anterior epidemia, en el oeste del país- y el peor de la historia de RDC en relación al número de contagios.

Esta epidemia ha superado ya a la más mortífera de la historia de RDC, la que se produjo en la localidad Yambuku, en el norte del país, a finales de agosto de 1976 y es considerado como el primer brote de ébola registrado y dejó 280 muertos de 318 casos que se produjeron.

Desde el pasado 8 de agosto, cuando empezaron las vacunaciones, más de 54.000 personas han sido inoculadas, en su mayoría, en las ciudades de Mabalako, Beni, Mandima, Katwa y Butembo, de acuerdo con las últimas cifras del Ministerio de Sanidad.

El virus del ébola se transmite a través del contacto directo con la sangre y los fluidos corporales contaminados, provoca fiebre hemorrágica y puede llegar a alcanzar una tasa de mortalidad del 90 % si no es tratado a tiempo.

El brote más devastador a nivel global fue declarado en marzo de 2014, con casos que se remontan a diciembre de 2013 en Guinea Conakri, país del que se expandió a Sierra Leona y Liberia.

Casi dos años después, en enero de 2016, la OMS declaró el fin de esta epidemia, en la que murieron 11.300 personas y más de 28.500 fueron contagiadas, cifras que, según esta agencia de la ONU, podrían ser conservadoras.