No oculta que para muchos puede llegar a ser igual de molesto que una china que se cuela entre un zapato y un calcetín, un periodista incómodo que ha dotado a la fotografía de un lenguaje personal que no pasa desapercibido. Gervasio Sánchez (1959), Premio Nacional de Fotografía 2009, habló ayer por la tarde del oficio en TEA Tenerife Espacio de las Artes. "La dignidad es lo importante" fue el título desde el que proyectó su visión de un sector que está de capa caída: "Sería un error garrafal pensar que esta debacle empezó a raíz de la última crisis económica", explica a EL DÍA en un encuentro previo en el que responsabiliza a los medios y a los periodistas de una falta de credibilidad social que acaba de moldear uno de sus capítulos más aplastantes alrededor de los hechos acaecidos el pasado domingo en unos comicios que alteraron el pulso de este país.

¿Cuál sería su crónica o la fotografía del día después de las elecciones que facilitaron el acceso a Vox al Parlamento de Andalucía?

Yo soy andaluz, aunque llevo toda la vida viviendo en Cataluña. ¿Una crónica? Le voy a leer el mensaje que escribí en Facebook esta mañana (por el pasado lunes) -desbloquea el móvil y empieza a leer-... "Periodistas, tertulianos y columnistas deben dejar los salones cómodos, dejar de pavonearse como gallos en el corral y bajar a trabajar al terreno donde ocurren las cosas. Menos mirarse el ombligo y más hablar con los ciudadanos para que en las próximas elecciones no hagan el ridículo"... Lo de ayer (por el domingo) ya lo vivimos en las elecciones de Estados Unidos, a las que algún medio de comunicación español envió hasta seis periodistas y no se enteró de que el señor Trump iba a ganar, aquí no se enteraron de que el desastre del PSC-A iba a ser tremendo y que un partido como Vox se había anudado con muchísima fuerza a la sociedad. ¿Dónde estaban esos periodistas? Algunos creen que estar todo el día mirando la pantalla de un ordenador y poniendo tuits es hacer periodismo y esto es un desastre... El problema es que ya no solo lo hacen los más jóvenes, sino los que llevan un buen rato en un oficio que está en crisis. Esos analistas de salón lo justifican todo diciendo que las encuestas no se hicieron bien, pero si se hubieran dedicado a lo suyo habrían entendido que el proyecto de Susana Díaz estaba haciendo aguas por todas partes, que Podemos no ha sido capaz de recuperar ni un solo voto a un PSOE completamente desangrado y que en los más de cuatrocientos mil votos que ha recibido la ultraderecha existe mucho castigo.

¿Nadie fue capaz de percibir esa disconformidad social?

Lo que no puede hacer Podemos es perder tres parlamentarios y no realizar una autocrítica que vaya más allá del discurso del miedo centrado en el auge de una propuesta de ultraderecha. Vox es un partido totalitarista y peligrosísimo que iría de la mano de las formaciones más extremistas de Europa, pero las razones de su efervescencia hay que buscarlas en las profundas redes de clientelismo que el PSC-A tejió durante cuatro décadas. Repartir esas prebendas entre cuatro amigos cuando la mayoría de la ciudadanía tiene dificultades para vivir propicia un descontento social. Lo que pasa es que ni el derechista más derechista de Francia se iría de aquí a la esquina con Le Pen, ni tampoco Angela Merkel se metería en la misma cama con los que ahora están defendiendo los ideales de Vox en Alemania.

¿Una alianza de esa naturaleza aún no se ha descartado para desalojar a Susana Díaz del poder?

En Andalucía hay muchas soluciones sin necesidad de contar con Vox. Una de ellas, por ejemplo, es que el PSC-A se eche a un lado y permita al Partido Popular gobernar con Ciudadanos... Otra de las alternativas es que Susana Díaz se vaya a su casa para siempre y que salga alguien con ideas renovadoras que pueda cerrar un pacto con Cs. ¿Va a ocurrir esto? Ya le adelanto que no. Díaz, que es lo peor que ha tenido el PSOE en toda su historia, prefiere matar a su partido que autoeliminarse.

Reubiquemos esta conversación en torno al ejercicio de informar, ¿usted cree que al periodismo de hoy le falta calle?

Entre otras muchas cosas... Le falta calle y otros elementos cuya ausencia ha ido devaluando el producto. Para saber lo que está ocurriendo hay que pisar las aceras. El periodismo de calidad es hacer calle y, sobre todo, hablar con mucha gente. Esto no consiste en llegar por la mañana a una redacción y calentar una silla durante horas. Es verdad que los medios de comunicación se encuentran en una situación tan débil que no permite excesos, pero el profesional que quiere estar en la calle se las ingenia de alguna manera para que eso pase... Si yo fuera subdirector de un periódico no permitiría jamás que uno de los míos hiciera una entrevista por teléfono. Hay cosas que sí o sí solo se pueden arreglar con una llamada, pero cuando lo conviertes en una norma estás alimentando las posibilidades de que te den gato por liebre con una facilidad pasmosa... Yo sé que todos los días hay que sacar el periódico a la calle sea como sea, pero las personas que optan una y otra vez por ese modelo no están haciendo periodismo. Eso es otra cosa que se parece algo, pero que no es periodismo... Tampoco es periodismo que las empresas potentes manden los textos hechos para ser publicados tal y como se envían; sin que haya un turno de réplica. Los periodistas debemos vigilar el poder político y económico, no acostarnos con el poder político y económico. Por si A, por B o por C suprimes historias que no puedes tocar por unos intereses económicos que son inquebrantables ya estás jugando con la confianza de los lectores. En cualquier caso, soy consciente de que eso forma parte de lo que algunos denominan supervivencia informativa.

¿A esa "supervivencia informativa" de la que habla le queda algún episodio por agotar?

Con todo el dolor de mi alma, yo soy bastante pesimista... Cada vez que se produce un ERE, amigos míos se van a la calle. A veces, a unas edades en las que ya difícilmente van a tener una nueva oportunidad en este oficio. Si eso te pasa con más de 50 años estás muerto. Si no tienes un nombre que salga a "rescatarte", lo más habitual es que estés dos años cobrando el paro y otros ocho o nueve esperando la jubilación. Un auténtico suicidio laboral. Conozco amigos que me han llamado llorando porque no eran capaces de conseguir nada en lo que seguir trabajando. Nos encontramos en uno de esos puntos sin retorno porque los medios tradicionales, el papel, practican un periodismo que está muerto antes de pisar la calle y con la prensa digital fuimos tan estúpidos de regalar unos contenidos sin darnos cuenta de que eso únicamente era pan para hoy y hambre para mañana... Ahora dicen que el modelo a seguir es el The New York Times, pero nadie se para a pensar que esa empresa tiene en la actualidad más periodistas que antes y que sus contenidos han ganado en calidad.

¿Volver al sistema tradicional, aunque hayan aumentado los criterios de calidad, no supone reconocer que el papel sigue generando curiosidad entre los lectores?

The New York Times supo ver que la revolución tecnológica era una tumba asegurada si no cambiaba las formas a la hora de presentar sus trabajos. Esa fue la principal razón que manejó cuando decidió apostar por la máxima calidad: realizaron una importante inversión y luego hicieron números para ver cómo los lectores iban a poder pagar un proyecto de esas dimensiones. Cuando logras que 300.000 personas compren a diario el periódico solo por un crucigrama sobran los análisis que no estén asociados a la calidad de un producto que ofrece muchos contenidos exclusivos. Si hay calidad, hay demanda.

¿Esa visión catastrofista es irreversible?

Yo no soy demasiado optimista. Sobre todo, viendo cómo muchos periodistas que están ocupando los puestos seniors que había antes no son ni siquiera un buen junior. Yo no quiero discutir sus habilidades tecnológicas, porque posiblemente en muchos casos tienen una gran formación, pero la calidad de sus textos deja mucho que desear, por no hablar demasiado del asunto de las faltas de ortografía. Ser un periodista 3.0 no garantiza tener un buen olfato periodístico. Eso no se gana de la noche a la mañana, sino que hay que buscarlo a través de la lectura, adelantándote a los acontecimientos y, sobre todo, con un trabajo constante fuera y dentro de una redacción... Llegar antes que los demás no significa engañar a los lectores con titulares que en unas horas se han diluido por falta de peso. Ser el primero implica que estás en tensión y que tienes recursos para voltear las situaciones que te plantea cada día una profesión que lleva encadenando varias crisis.

¿Cuánto crédito se puede perder con una falta de ortografía?

No lo sé, pero solo el hecho de imaginar que pueda mandar una crónica con una falta de ortografía me crea una vergüenza ajena... En medio de un conflicto, escribiendo a toda velocidad con una máquina que te han prestado y pensando dónde puedes encontrar luego un fax o un teléfono por satélite, puede pasar aunque pongas todo el cuidado del mundo. Más preocupante es una errata provocada por el desconocimiento. Hay profesionales de la comunicación que ni siquiera saben interpretar los cambios que se deben dar entre el lenguaje hablado y el literario. Ahí sí que existe un problema que está asociado con los procesos de "reclutamiento" que se dan en todas las redacciones. Ejecutar bien esa compensación es una señal de que has estado con un buen periodista.

La imagen, que es otro elemento del periodismo que usted conoce bien, está perdiendo peso frente al vértigo de las redes sociales. ¿Twitter ha "asesinado" a una buena fotografía?

No, yo creo que fue el periodismo tradicional. Hasta hace poco una fotografía iba a cuatro columnas si era buena, hoy los criterios son otros. De un fotógrafo que hacía buenas fotos y que ofrecía calidad para luchar por un espacio hemos pasado a un redactor que hace fotos con un móvil sin tener ni idea de nada. Tampoco nadie se preocupó de darle unas nociones básicas. Twitter es otra alternativa mucho más barata y cómoda, pero no podemos echarle la culpa a internet, un día sí y al otro también, de todas las cosas que nos suceden.

¿Cómo ha afectado la crisis al reporterismo?

Si un periódico no tiene un buen reporterismo es porque no quiere, porque no ha sabido invertir sus recursos o porque pretende comprar algo distinto a precio de saldo. Un buen reportaje no se puede hacer con prisas; hace falta tener mucho pulso para saber manejar los tiempos. ¿Qué es lo que habría hecho yo en las pasadas Elecciones de Andalucía? Tres meses antes habría puesto a uno de mis mejores periodistas a rastrear lo que estaba pasando en la calle; a ver por dónde respiraban los ciudadanos y a calibrar las opciones de cambio que podía generar un fenómeno como Vox. Con esa información, un mes antes, programaría un serial contando el estado real de la sociedad. Eso un periodista con algo de olfato lo hubiera visto, pero eso no se puede hacer cuando hay unas ataduras.

¿Eso es lo mismo que afirmar que no existe la independencia periodística?

No existe... Yo me considero un periodista independiente porque no he trabajado en política nacional. Vivir alejado de una redacción me permite ser independiente, es decir, si estas cosas las intento contar desde dentro hace tiempo que me hubieran cortado el cuello. Ser un tocanarices o una china en un zapato es incómodo y de una forma u otra te acaba pasando factura... El problema no es que usted o yo estemos hablando de estas cuestiones porque hay decisiones que se toman en otros despachos. Por eso los lectores, los oyentes o los espectadores reclaman la verdad e historias que atrapen su curiosidad. Insisto, al periodismo de hoy le falta calle; nadie vio llegar a Vox y ahora toca autoflagelarse.

¿Qué pueden pensar los jóvenes que acuden a una de sus charlas al escuchar mensajes que no llaman al optimismo?

Sabe lo que ocurre, que a pesar de todo lo que hemos hablado, yo sigo creyendo en el periodismo porque una sociedad mal informada está condenada al fracaso y a la manipulación. No deja de ser curioso que lo que hablan de un periodismo de calidad hayan sido los mismos que han ayudado a cargárselo. Ya me he cansado de oírles hablar de Kapuscinski, que fue un tipo que fue muy independiente, y pensó menos en el bien común del periodismo. Cuando se deja de contar algo las posibilidades de acabar solo aumentan. Uno de los errores garrafales es creer que nuestra crisis (periodismo) se originó con la crisis económica. Los males de esta profesión son anteriores y se acumularon cuando las ventas y los ingresos publicitarios eran realmente escandalosos. Ahí no debimos bajarnos los pantalones para aceptar "regalos" que desaparecieron en cuanto las cosas empezaron a ir mal. Al periodismo lo han dejado solo y debe ser él quien tiene que recuperar el prestigio perdido.