Ojos muy abiertos e inusual atención -con excepciones- en silencio. Así recibieron ayer los alumnos, unos 70, de 3º y 5º -entre 8 y 11 años- la conferencia que ofreció en el salón de actos del CEIP San Andrés Lancy Dodem, primer niño indio apadrinado por la Fundación Vicente Ferrer. Antes, el lunes, había estado en Los Realejos y ayer por la mañana en otro centro educativo, el del Camino Largo de La Laguna.

Lancy ejerció ayer con pasión y expresividad didáctica su trabajo de sensibilización a través de la charla para dar a conocer los proyectos que la Fundación desarrolla en las aldeas rurales del sur de la India.

Con la premisa de que allí viven "con un euro al día" 300 de los 1.300 millones de habitantes y que en la mayor parte del mundo rural se hace una única comida a base de arroz y picante, fue desgranando una realidad impactante para su auditorio.

Además, inculcó la idea de "tomar las riendas de nuestras vidas con valentía" contando anécdotas de su infancia, en la que no le gustaba estudiar; del sacrificio de su madre, que ganaba seis euros al mes y se los gastó en regalarle unos zapatos o, más recientemente, en las reflexiones de su hija de cinco años, Yamuna, sobre "lo que vale o no vale" -aprender y no aprender- en la vida mientras "me dedicaba a chatear con el móvil sin prestarle atención".

El relato de Lancy transportó hasta la India ayudado por diapositivas y por un vídeo de seis minutos protagonizado por una niña, Thrisa, que contó su vida cotidiana en un pueblo rural cualquiera. Su ejemplo individual sirvió para detallar lo colectivo: la geografía, la cultura o las religiones de un país enorme.

Y en primera persona, la transformación de la vida de los "dalits" o intocables gracias a la Fundación Vicente Ferrer. Destacó el apadrinamiento, con 21 euros al mes, que se hace desde España para mantener los proyectos allí. Por ejemplo, la construcción de 1.550 escuelas o dar estudios a 135.000 niños, de ellos 56.000 niñas para las que se han donado 25.000 bicicletas que les han permitido llegar al colegio con seguridad. Estableció un puente con el colegio de Anaga desde las cartas que se van a enviar a niños en la India a través de la Fundación.

Bastan las preguntas de los críos para entender el choque de mentalidades: "¿ Los pastores sacan leche a los animales?"; "¿Cuánto vale un euro allí (80 rupias)?"; "¿A qué edad se casan (las niñas en el campo desde los 12 o 13 años)?" o "¿Por qué los chicos ganan más que las chicas?". También las conclusiones: "La vida es muy dura en la India"; " Hay que estudiar para tener un futuro en la vida"; "No hace falta tener muchas cosas para ser feliz" y "Hay que valorar lo que tenemos ahora".

"No piensen en dentro de 30 0 40 años, hay que hacerlo ahora y aprovechar la oportunidad", sentenció Lancy para preguntar: "¿Vuestro futuro está en manos de vuestros padres?" Silencio. "¿De vuestros profesores?" Más silencio. ¿De vosotros?" Un rotundo sí. Se despidió con las manos unidas y el tradicional "namasté" (gracias) pidiendo un último aplauso.

Desde el distrito de Anantapur, al sur de la India, a San Andrés, en el municipio de Santa Cruz de Tenerife, hay unos 9.600 kilómetros de distancia. Un abismo, pero todavía mayor en mentalidades.

Vicente Ferrer, siempre presente

Lancy nació en Anantapur. Sus padres trabajaban en el campus de la Fundación. Tras la muerte de su progenitor, Vicente y Anna Ferrer lo acogieron y fue el primer niño apadrinado por la fundación de la que hoy, a sus 37 años, es portavoz. Allí inició su trabajo como traductor y guía. Desde 2001 vive en Barcelona - "cerca del templo, no la Sagrada Familia ni la Catedral, sino el Camp Nou", valora-. Está casado con Ethel y es padre de una niña, Yamuna. "Vicente me enseñó todo lo que no se puede enseñar. Siempre vivió humildemente, trabajando incansablemente para hacer realidad su sueño de erradicar el hambre, el sufrimiento y la desigualdad", dice.