Un estudio en el que participa un investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) sostiene que la explosión que Johannes Kepler observó en 1604 -la supernova de Kepler- se produjo por una fusión de dos residuos estelares.

La supernova de Kepler, de la cual actualmente sólo queda la estructura nebulosa de su remanente, tuvo lugar en la constelación de Ofiuco, en el plano de la Vía Láctea, a 16.300 años luz del Sol y ahora un equipo internacional de investigadores ha tratado de buscar a la posible estrella superviviente del sistema binario en el que se produjo la explosión.

El equipo ha sido liderado por la investigadora del Instituto de Física Fundamental del CSIC y del Instituto de Ciencias del Cosmos de la UB (UB-IEEC) Pilar Ruiz y en él participa el astrónomo del IAC Jonay González, indica el Astrofísico en un comunicado.

En estos sistemas, cuando al menos una de las estrellas (la de mayor masa) llega al final de su vida y se convierte en una enana blanca, la otra puede comenzar a transferirle materia acercándola progresivamente a una cierta masa límite (equivalente a 1,44 masas solares, el denominado “límite de Chandrasekhar”.

Este proceso da lugar a la ignición del carbono en el núcleo de la enana blanca, produciendo una explosión que puede multiplicar 100.000 veces su brillo original y a este fenómeno, breve y violento, se le conoce como supernova.

En ocasiones, como en la supernova de Kepler (SN 1604), observada e identificada por el astrónomo alemán Johannes Kepler en 1604, pueden llegar a observarse a simple vista desde la Tierra.

La supernova de Kepler surgió de la explosión de una enana blanca en un sistema binario y por ello en este trabajo de investigación que hoy publica la revista The Astrophysical Journal se buscaba a la posible compañera superviviente de la enana blanca, que supuestamente le transfirió masa hasta llevarla al punto de explotar.

El impacto de esta explosión habría aumentado la luminosidad y la velocidad de la compañera desaparecida e incluso podría haber modificado su composición química.

El equipo seleccionó, por lo tanto, estrellas con alguna anomalía que les permitiese identificar a una de ellas como la compañera de la enana blanca que explotó hace 414 años.

“Buscamos una estrella peculiar como posible compañera del progenitor de la supernova de Kepler, y para ello hemos caracterizado todas las estrellas en torno al centro del remanente de la SN 1604 pero no hemos encontrado ninguna con las características esperadas, así que todo apunta a que la explosión se produjo por el mecanismo de fusión de la enana blanca con otra o con el núcleo de la compañera ya evolucionada”, indica Pilar Ruiz.