Según la hipótesis Gaia, la parte superficial del planeta Tierra se comporta como un todo coherente donde la vida (sin plantear al ser humano como objetivo) se encarga de autorregular sus condiciones esenciales tales como la temperatura, composición química y recursos. Gaia se comportaría como un sistema auto-regulador (que tiende al equilibrio). La hipótesis fue ideada por el químico James Lovelock en 1969.

Esta Tierra-Gaia en la que viajamos juntos está realizando cambios evidentes. Nos explica de forma clara que sus recursos son limitados. Consumimos más allá de sus posibilidades, con consecuencias potencialmente graves. Ayudar a cambiar esta tendencia es un privilegio, oportunidad, desafío y responsabilidad, todo en uno.

La edificación en la UE es el responsable del 40% de la energía y del 34,7 % de los residuos generados. Conseguir una edificación sostenible, con un mejor desempeño, es uno de los cambios claros a realizar. Estos son los medios para lograrlo:

Eficiencia: reducir el consumo de una vivienda un 75%, mejorando el confort sobre los estándares habituales, es ya un hecho probado. ¿Cómo? Mediante la mejora de niveles de aislamientos, consideración de las condiciones climáticas, la hidrografía, los ecosistemas del entorno en que se construyen los edificios, la forma edificatoria y flujo termodinámico son las claves para obtener el máximo rendimiento con el menor impacto. Estos criterios se aplican en el cálculo del balance energético global de la edificación, abarcando las fases de diseño, construcción, utilización y final de su vida útil.

Consistencia: una vez que tenemos claro que el mejor kilovatio es el no consumido, el resto proviene de energías renovables con tecnologías respetuosas con el medio ambiente. La energía eólica o solar (desaprovechada esta última en Canarias) son dos regalos para nuestro archipiélago. Los mitos de producción discontinua de estas energías ya están más que superados mediante sistemas probados de almacenamiento efectivos.

Cada edificación ha de intentar ser capaz de generar la energía que consume. Obtendríamos así un edificio de energía casi nulo, una vivienda pasiva. Si bien es cierto que algunas serán deficitarias por ser sumideros energéticos (por ejemplo hospitales) otras tendrán excedentes. Obtener un parque completo de edificaciones que inyecten energía a la red, que esta se distribuya o almacene para los momentos de mayor consumo, solo se puede obtener con un conjunto inmobiliario que cumpla el punto de eficiencia.

Este modelo ya está en marcha en nuestro continente como así lo describen las directivas de la UE para 2050 . Alemania tiene un objetivo y está cumpliendo su hoja de ruta: en 2050 todos sus edificios y energías han de cumplir estos criterios. Imaginen esta situación solo a nivel de prima de riesgo en España.

Suficiencia: usar menos, reciclar más, necesitar menos. Viviendas de 35 m2 por persona se considera un ratio máximo sostenible en el ámbito UE. Un estándar alto de calidad de vida mediante objetivos de sostenibilidad, valorando los recursos, usarlos con sensibilidad y compartirlos de forma equitativa no está estrictamente vinculado a una mayor acaparación de bienes materiales.

Salud: El 85% de nuestra vida lo pasamos en el interior de nuestras edificaciones. La calidad del aire que inhalamos ha de ser probadamente sano, sin contaminantes emitidos por los materiales de la propia construcción, así como niveles adecuados de humedad, iluminación, acústicos o temperatura.

Experimentar una vida dentro de una edificación sostenible es una redefinición del lujo. No sólo a un nivel físico sino también psicológico. Habitar un espacio silencioso, bien ventilado, sano, con temperaturas estables todo el año con la consciencia de que es sin una hipoteca para el futuro.

Implementar en nuestras universidades y sistemas de producción este modelo edificatorio junto con un urbanismo y rehabilitación sostenibles cierra el círculo sobre nuestro archipiélago, con un clima tan benigno pero con un parque inmobiliario con muchas carencias en estos aspectos. Esta suerte climática nos permite una adaptación más sencilla de estos estándares de intervención. Hay aún un largo camino por recorrer si bien existen ya ejemplos construidos o en ejecución, tanto en el mundo como en Canarias.

No hay que sentir vergüenza por vivir con estilo de vida insostenible, hoy por hoy es casi inevitable. El conocimiento de esta situación nos permite luchar por avanzar hacia un nuevo futuro de equidad global y equilibrio ambiental mejorados. En nuestra opinión, el ascetismo no es lo único y fin de todo. Más bien, presionamos por condiciones propicias que fomentan ser frugal y discreto, de acuerdo con el espíritu de sostenibilidad.

*Arquitecto. Profesor de Arquitectura de la Universidad Europea de Canarias y miembro de Toledo y Heras Arquitectos