Dolor de cabeza, fatiga, dificultad para respirar, mareo...si se le han agotado las pilas, quizás sea momento de hacerse un análisis de sangre, pues una de las razones de su cansancio puede estar en un cuadro clínico de anemia. Todo se resume en que sus glóbulos rojos no son suficientes, ya sea porque se destruyen, porque no tienen suficientes nutrientes para sobrevivir o porque no son generados de manera óptima.

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la anemia afecta a 1.620 millones de personas en todo el mundo, es decir al 24,8% de la población. Y lo hace en todos los tramos de edad, no obstante, la máxima prevalencia se da en niños en edad escolar (47,4%) y el grupo con más personas afectadas es el de las mujeres embarazadas. Solo en el Hospital Universitario Nuestra Señora de La Candelaria, en 2016 acudieron 157 pacientes por primera vez a la consulta monográfica de citopenias por anemia.

"Hay muchísimos tipos de anemia", como recalca Cristina Notario, hematóloga del Hospital de La Candelaria. No obstante, la más común es la ferropénica que se produce por una falta de hierro en el organismo. Pero la lista no se queda ahí, si pensamos en las menos comunes, también se puede sufrir la enfermedad de forma congénita, que suele estar relacionada con la función de la médula espinal, o hemolítica, que se refiere a la destrucción de los glóbulos rojos.

Se debe recordar que estos pequeños huéspedes de nuestro cuerpo, son también los que ayudan a transportar el oxígeno a todos los órganos. Un recurso básico para la supervivencia del ser humano. De hecho, la anemia grave o prolongada puede causar lesiones en el corazón, el cerebro y otros órganos del cuerpo y la anemia muy grave puede incluso causar la muerte. De ahí la razón por la que detectarla a tiempo es vital.

Pero "la anemia tiene una instauración muy lenta", como afirma la hematóloga, que explica que "el cuerpo tiene una capacidad de adaptación muy grande, y se acostumbra a funcionar con una menor cantidad de hemoglobina", así que el paciente rara vez lo siente.

No obstante, y a pesar de lo común de los síntomas, Notario asegura que es "bastante fácil" de diagnosticar. Con una simple analítica de sangre, los médicos de cabecera pueden conseguir la información suficiente como para determinar que el paciente está sufriendo la enfermedad y recomendarle un tratamiento inmediato.

Es por esta razón por la que no muchos casos "llegan a las consultas de hematología de los hospitales". De hecho, estos profesionales se limitan a ver las anemias más graves, como aquellas por falta de hierro que no responden a tratamiento, en las que existe una enfermedad de la médula ósea detrás o en las anemias hemolíticas. Pero estas son "muchísimo menos frecuentes".

Para las anemias más comunes, las carenciales, el tratamiento es sencillo e indoloro. Se basa simplemente en mejorar la alimentación y realizar ejercicio. Ya sea por falta de hierro, vitamina B12 o ácido fólico, una dieta equilibrada o unos complementos alimenticios pueden ser suficiente para atajarla. Así, para todos ellos, lo ideal es consumir más carne, espinacas u hortalizas de hoja verde o legumbres, así como huevos y productos lácteos.