Una lluvia fina deslució este Viernes Santo la Procesión de Madrugada. La entrada de la Dolorosa, San Juan y la Magdalena, primero, y el Santísimo Cristo de La Laguna, a continuación, a La Concepción dio paso a unas gotitas que, poco a poco, fueron tornándose en algo más. Y ya de vuelta a la calle, con los tronos a punto de salir, apretó. Varios miembros de la Junta de Gobierno de la Esclavitud del Cristo celebraron entonces una especie de "comité de crisis" en la plaza. La decisión: seguían hasta la Catedral, pero por La Carrera y a paso ligero. A las 8:50, antes de lo habitual, ya estaban en el templo catedralicio.

Esperada y sentida por muchos vecinos del municipio y gentes llegadas de otros lugares de la Isla y hasta del Archipiélago, la Madrugada son momentos que siempre se repiten y que, precisamente por eso, y por su carácter evocador, se vuelven especiales. Uno de ellos, la actuación del Orfeón La Paz en las escalinatas de su sede social, se trasladó en este caso al interior de la Catedral debido precisamente a ese cambio de última hora en el recorrido. El resto, eso sí, se sucedió fiel al guion que marca la tradición: la salida del Santuario a las cuatro de la madrugada, la visita a los dos conventos de la ciudad como paradas del Sermón de la Siete Palabras, el reflejo del Crucificado Moreno en la fachada de Santo Domingo... También, por supuesto, las malagueñas. Destacó ahí la presencia de la herreña María Mérida, una de las grandes voces del folclore canario, que, al igual que Olga Benavente y Alexis Abel García, cantó desde el balcón del ayuntamiento. Enfilaba ya la procesión la calle de La Carrera, ese momento en que empieza a amanecer y suenan los acordes de "E lucevan la stelle", más conocido como "Adiós a la vida", de la aria "Tosca"; todo un himno del lagunerismo profundo.