Llegar a una red social nueva a menudo es fácil. Basta con teclear su nombre en el buscador y hay muchas posibilidad de que -si está bien posicionada- su enlace aparezca como primer resultado. Luego solo hay que acceder y registrarse. Siempre da la lata tocar el botón de registro, pero es indispensable rellenar todos esos espacios en blanco con tus datos personales si quieres seguir estando conectado con las demás personas, si quieres seguir siendo alguien.

Políticos, empresarios, electricistas, carpinteros, mujeres, hombres, adolescentes...todos hemos pasado por el aro apenas sin oponer resistencia. Son apenas dos o tres datos...nada significativo. ¿Mi nombre? Ya aparece en el DNI. ¿Mi correo electrónico? Todas las instituciones me lo piden. ¿Una foto? Por qué no, así sabrán quién soy. Aunque diferentes, todas las redes sociales tienen algo en común y es que, quieras o no, al final siempre acabas haciendo exactamente lo que se espera de ti como usuario.

Existe una especie de contrato tácito entre esa red social y los usuarios, y es que, aunque sabemos que van a hacer uso de esos datos con vistas a sacar rentabilidad de ellos (especialmente por medio de la publicidad), nos venden con total seguridad que todos esos datos personales estarán a buen recaudo. Que nuestra privacidad está totalmente garantizada.

Sin embargo, ese acuerdo se ha roto. La confianza, a raíz de la filtración masiva de datos personales de usuarios de Facebook a la empresa Cambridge Analytics, se ha mermado. Esta empresa ha hecho uso de dichos datos para influir sobre sus opiniones electorales ya fuera a favor de Donald Trump (elecciones presidenciales estadounidenses) o a favor del "brexit" en Reino Unido.

Mark Zuckerberg se ha mostrado realmente consternado ante estos hechos. El creador de la plataforma contestó el pasado miércoles a toda la polémica insistiendo en que Facebook tiene la "responsabilidad de proteger sus datos, y si no podemos, no os merecemos". Asimismo, afirmó estar trabajando para "entender exactamente lo que ha pasado" y asegurarse de que no vuelva a pasar.

Tras el escándalo, que ha recorrido todo el planeta, surgió una campaña en contra de la plataforma en su competidora, Twitter. Así, mediante el hashtag #deletefacebook (elimina Facebook en español), casi 2.000 personas, entre las que se encuentran figuras tan reconocidas como Elon Musk, propietario de Tesla, o Brian Acton, cofundador de WhatsApp, se han mostrado horrorizados ante el suceso y han apoyado eliminar sus cuentas personales y de algunos negocios de la plataforma.

A raíz de esto, desde el periódico El Día hemos querido conocer la opinión de nuestros lectores sobre esta filtración masiva. Así, con un muestreo de más de 100 usuarios de todas las edades, se concluyó que, aunque un 77% de ellos no confían en la plataforma a raíz de estos hechos, un poco más de la mitad no eliminarán su cuenta de Facebook, un 39,8% aún no lo ha decidido y solo el 9,7% lo hará.

Tampoco suspenderán sus perfiles de otras redes sociales que, actualmente, son propiedad de Mark Zuckerberg como Instagram y Whatsapp. Aunque el 99% de los usuarios tienen una o ambas redes sociales, solo un 8% borrarán su cuenta en Instagram y un 1,8% abandonarán la aplicación de mensajería instantánea.

Al ser preguntados sobre su opinión al respecto, la mayoría ha estado de acuerdo en remarcar que se trata de una "violación de la intimidad y de los derechos", pero otros muchos remarcan que era "esperable". Y es que a nadie se le escapa que la venta de datos personales se ha convertido en todo un negocio. Nuestros datos son muy valiosos y nosotros los cedemos de manera gratuita.

Unos abogan por la respuesta sancionadora, otros por dejar de compartir sus datos, no obstante, la realidad, como señala un lector es que "las redes son una forma integración" y si una persona o una empresa no se encuentra en ellas, se considera, en cierto grado, "exclusión social".

Lo que está claro es que, aunque nos parezca reprobable esta actuación, muy pocos están dispuestos a abandonar la conexión con otras personas, por tanto, lo único que queda es ser consciente de sus peligros.