Uno de los hechos que más asombran al paleontólogo mexicano Arturo González es que la Tierra haya sido capaz de conservar auténticos monumentos -como huesos de especies ya extinguidas- para que queden como un recuerdo de su pasado.

Pero las respuestas de esos tiempos más lejanos no solo han sido fosilizadas por nuestro planeta, también han impactado hasta nosotros directamente del espacio en forma de meteoritos. Unos recursos con los que astrobiólogos y planetólogos, como Jesús Martínez-Frias, han podido determinar de qué estaba formado el universo antes siquiera de que el Sistema Solar existiera.

Todo este conocimiento científico sobre el pasado es fundamental, y entenderlo es imprescindible "para mejorar" de cara al futuro, concluyó González, durante su exposición realizada ayer en el marco del foro de debate Enciende el Cosmos, organizado por la Fundación CajaCanarias.

Lo que ambos científicos intentaron remarcar, en este debate, es que los seres humanos provienen, como todo lo que existe en el universo, de un caldo de cultivo primigenio. ¿Lo más importante? "Los 118 elementos de la tabla periódica con los que está cocinada toda la materia", dilucidó González. "Tanto en la Tierra como en el espacio, toda la materia se reduce a esos elementos", insistió.

En esta línea, los meteoritos cumplen un importante trabajo en las investigaciones de la evolución, pues su estudio "permite conocer la materia con la que se formó la Tierra y el resto de planetas de nuestro Sistema Solar", explicó Martínez-Frías. "Cuando estudiamos los meteoritos podemos ver unas partículas primigenias, las que estuvieron en ese primer caldo de cultivo", afirmó el astrobiólogo.

No contentos con esto, los meteoritos también están muy ligados a las grandes extinciones que han terminado, en ocasiones, con la vida de gran parte de los ecosistemas del planeta. "En total, se han sucedido hasta cinco extinciones masivas, y los meteoritos están asociados a la mayoría de ellas".

Y es que, según Martínez-Frías, "los meteoritos han coevolucionando biológica y geológicamente de tal manera que han cambiado los ambientes de nuestro planeta y han decidido quién se queda y quién se va".

Lo hicieron, de hecho, hace más de 65 millones de años, en Chicxulub, México, cuando un gran meteorito de 170 kilómetros de diámetro impactó contra la Tierra, considerándose el "responsable" de la extinción más conocida de la historia, "la de los dinosaurios",

Pero su entrada en nuestro planeta no solo afecta de forma directa. Los meteoritos también pueden llegar a modificar la climatología, que, curiosamente, se considera ligada a las extinciones masivas junto a la actividad volcánica.

No obstante, tanto las extinciones como nuestro pasado no solo son estudiables desde el punto de vista de estos materiales que se encuentran libres por el universo, sino también en los que la propia Tierra ha conservado para que estudiemos. "La Tierra nos ha dejado los fósiles para entender lo que fue que pasó con la vida", incidió Arturo González. Un hecho que, a su parecer, es una ayuda para "construir" el futuro que queremos.

Después de la sopa primigenia, llegó la evolución. Una transformación que Arturo González define como "una suerte de condiciones para la vida". Porque, realmente, el ser humano existe gracias a "un sistema en el que siempre se hereda información a través de las cadenas de ADN", lo que consigue que se transmita poco a poco y, finalmente, "mejore cada vez más los organismos que aquí habitamos".

Pero no todo es construcción. La destrucción es otra de las acciones que desempeñan los meteoritos y que también son cruciales para conocer, no solo nuestros orígenes, sino también el de otros planetas.

Es el caso de Marte, cuyos cráteres denotan unos grandes impactos. De hecho, el robot o rover "Curiosity" se encuentra en estos momentos recogiendo muestras de un gigante cráter de impacto meteorítico. "Cuando queremos saber lo que hay debajo de la superficie, el impacto nos ayuda, pues desmantela de manera natural esa capa", informó Jesús Martínez-Frías. En esta destrucción que siembran a su paso, también desencadenan "una energía tremenda que consigue remover los fluidos atrapados en la roca". Lo que significa que se "reconcentran y se mueven", convirtiéndose en un recurso indispensable para entender las condiciones de habitabilidad del planeta.

Tan importante es conocer el pasado, que sus efectos aún son notables en el presente. Así González acabó insistiendo en que "si queremos entender el calentamiento global, tenemos que conocer lo que pasó hace 10.500 años -momento en el que se sucedió la última extinción masiva debido a una gran helada- porque es la primera página del problema que tenemos ahora".