Desde que los filósofos griegos empezaron a mirar las estrellas, los humanos hemos soñado y deseado encontrar algo similar a nosotros, una vida pero fuera de la Tierra. Allá por el siglo XVI se reafirmó la existencia de otros planetas con la teoría geocentrista de Ptolomeo que calificaba a La Tierra como el centro del cosmos. Desde entonces ha llovido mucho, y lo que empezaron siendo unos simples deseos de compañía en el universo, sigue siendo la línea de investigación astronómica que más sigue llamando la atención a la ciudadanía.

El último descubrimiento que ha devuelto el debate de la posibilidad de encontrar vida en otros planetas, ha sido el del sistema Trappist. Un pequeño sistema planetario liderado por una pequeña y fría, pero muy estable, estrella roja que orbitan siete planetas, todos con tamaños muy similares al de La Tierra.

Todo empezó en diciembre de 2015, cuando un grupo de científicos, capitaneado por el belga Michaël Gillon, publicaron un estudio en el que afirmaban haber encontrado al menos tres planetas alrededor de una estrella enana roja. Lo habían conseguido gracias al pequeño telescopio Trappist que habían instalado ellos mismos en Chile. "Fue el Trappist-1, lo que significa que fue el primer planeta encontrado por este telescopio, lo que es bastante espectacular", afirma Hans Deeg, astrofísico del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). En ese momento encontraron tres planetas con tránsitos que, ahora se sabe, eran "incorrectos".

El artículo científico del belga hizo saltar las alarmas de la investigación astrofísica alrededor del mundo. Por eso, una gran parte de los grandes telescopios del globo, entre ellos el Liverpool, de 2 metros de diámetro, considerado el mayor telescopio robótico del mundo, y el William Herschel (WHT), de 4,2 metros de diámetro, ubicados en la isla de La Palma, empezaron a visualizar esta estrella en busca de más planetas. No obstante, fue el telescopio espacial Spitzer de la NASA el que consiguió los mayores avances, pues se embarcó en una misión para escrutar la estrella ininterrumpidamente durante 20 días.

Finalmente se llegó a la conclusión de que aparte de esos 3 primeros exoplanetas encontrados, había 4 más y el pasado 22 de febrero este anuncio llegó a todo el mundo, generando una gran expectación tanto para la comunidad científica como para el público en general.

Posiblemente el sistema "no es muy joven", afirma Deeg. En esta línea, en algunas discusiones científicas se ha barajado la posibilidad de que su estrella tenga al menos unos 500 millones de años, que comparado con la edad del Sol - 4.000 millones de años- no es mucho. Sin embargo, al no tener unos datos claros, la estrella podría tener hasta el doble de edad que el Sol, según afirma el astrofísico del IAC. La enana roja que protagoniza el sistema es "muy estable", es una estrella que no cambia mucho a lo largo de su vida y que "podrá tener una vida unas diez veces más larga que nuestro Sol", incide Deeg.

Esta enana roja tiene un brillo muy débil, "es unas 2.000 veces menos brillante que nuestro Sol", afirma el astrofísico. Además, las enanas rojas, como la del sistema Trappist-1, se caracterizan por ser muy frías y pequeñas, es la razón por la que los planetas que orbitan a su alrededor están a distancias muy cercanas a ella. Se piensa que esto ocurre también, según informa Deeg, "porque los sistemas planetarios escalan con la masa de la estrella, es decir, cuanto más ligero sea este astro, más ligero será el sistema". No obstante, el astrofísico recuerda que esta teoría no está comprobada.

En esta línea, de los siete planetas que orbitan alrededor de la enana roja (denominados temporalmente b, c, d, e, f, g y h), el más cercano tiene un periodo orbital de 1,51 días, es decir, tarda ese tiempo en dar la vuelta alrededor de la estrella, mientras que al más alejado esta traslación le lleva aproximadamente 20 días. Si se establece una comparativa con el Sistema Solar, estos siete planetas están más cerca de su estrella de lo que está Mercurio, el planeta más cercano al Sol, que además tiene un periodo orbital de casi 88 días. No obstante, lo más importante de estos nuevos planetas es que tienen un tamaño muy similar al de la Tierra, de entre 0,76 y 1,13 metros de radio relativo a nuestro planeta.

El tamaño de los planetas, aunque no lo parezca, es una de las características que los convierten en candidatos a contener la existencia de vida. "Por ejemplo, Marte, al ser más pequeño que la Tierra, no ha podido mantener la atmósfera y eso le ha llevado a no tener vida desarrollada", explica Deeg.

Además, los planetas pequeños tampoco gozan de tectónica de placas, por lo que no "remueven" los elementos del exterior hacia la superficie. Tampoco el planeta puede sobrepasar más de dos veces el tamaño de La Tierra, pues en ellos "no puede existir una superficie sólida ni líquida". Es lo que les pasa a planetas como Urano o Neptuno, que están formados tan solo "por una atmósfera de gas muy densa y un núcleo muy duro", incide.

Todos ellos se encuentran muy cercanos los unos a los otros, lo que podría generar una característica muy especial: "desde un planeta se podría ver el de al lado como nosotros vemos la Luna a simple vista", explica el astrofísico, que añade que, incluso, "se podrían ver sus estructuras". De estos siete planetas, cuatro estarían dentro de la denominada "zona habitable", es decir, "la distancia de la estrella a la que se espera que haya una temperatura más o menos apta para el desarrollo de vida".

Esta cercanía a su estrella y su corto periodo orbital podrían generar que los planetas siempre miraran con la "misma cara" a la enana roja, tal y como lo hace la Luna con La Tierra, lo que se llama "rotación de peón". Esto significaría que en una parte del planeta "siempre sería de día y en la otra de noche". Las repercusiones son diversas, pero la más importante podría afectar a la habitabilidad de los astros. "Si la atmósfera que tienen es fina", explica Deeg, "la diferencia de temperaturas entre las dos zonas podría generar que esta se condense y desaparezca al quedarse casi congelada". La otra opción es que la atmósfera sea "muy densa" y que "el movimiento de tormentas haga que la temperatura de todo el planeta se regule", continúa.

De hecho, las próximas investigaciones hacia el sistema irán en esta dirección: la de conocer la composición de las atmósferas de los planetas.

A 10 años luz más cerca

A pesar de que la noticia de los siete nuevos planetas del Sistema Trappist-1 ha sido muy espectacular, Hans Deeg recuerda que en verano del pasado año se descubrió que, alrededor de la estrella Próxima Centauri o Próxima P, orbitaba un solo planeta. "Fue el descubrimiento más impactante del año pasado", informa Deeg, que explica que está mucho más cerca de la Tierra que Trappist, y "al ser más brillante, se puede estudiar más y mejor". El descubrimiento también motivado a pensar que "prácticamente todas las estrellas tendrán planetas".

Otras misiones del IAC

El Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), aunque no conoce aún qué contribución podría hacer a los próximos estudios del Sistema Trappist, contribuye en otras dos misiones. Por un lado, se encuentra la misión Plato o Platón, en honor del filósofo griego, por la cual se observarán grandes campos del cielo durante 2 o 3 años de forma continuada. Con esta misión, el astrofísico Hans Deeg informó de que esperan ver "sistemas parecidos al Trappist". En esta misión el IAC está participando en la electrónica así como en temas científicos. Por otra parte, se encuentra la misión Cheops, en honor de la pirámide egipcia, por la que se lanzará un satélite que observará sistemas interesantes ya descubiertos. Esta misión está programada para partir en uno o dos años.

Soñando con el futuro de los viajes a Trappist-1

En el momento en que la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, más conocida como NASA, anunció que existía un sistema planetario con cuatro planetas similares a La Tierra que podrían albergar vida, se ha soñado con atravesar el espacio para conocer este sorprendente descubrimiento.

No obstante, aún queda mucho para que eso ocurra, según afirma Hans Deeg, astrofísico del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC).

El sistema se encuentra a unos 40 años luz de la Tierra, lo que significa que viajando a la velocidad de la luz llegaríamos en ese tiempo al sistema, pero con los métodos actuales tardaríamos cientos de miles de años.

"La tecnología tendría que evolucionar y aún no hay ningún proyecto concreto, aunque ciertamente este tipo de descubrimientos confiere motivación para pensar en ello", explica el astrofísico.

Para llegar allí en un tiempo razonable que fuera como un "planet hop" o salto planetario como sueña la NASA en diferentes representaciones gráficas, necesitaríamos unos cohetes que nos permitieran viajar a un 20% o 50% por encima de la velocidad de la luz, según explica el astrofísico. Por tanto, las ganas de viajar y ver estos exóticos planetas del sistema Trappist-1, tan diferentes a los nuestros, nos las tendremos que guardar durante un tiempo.