El misionero español Antonio López sobrevivió el embate del ciclón Pam, que este mes arrasó Vanuatu, con una sensación de "muchísima paz y tranquilidad" a pesar de que en las nueve horas de tragedia vio como volaba el tejado de la comunidad del Sagrado Corazón donde vive con otros religiosos.

"En ningún momento tuve esa sensación de miedo, temor o angustia. Tuve una sensación de paz y tranquilidad y se la atribuyo a Dios que me la daba, no lo explico de otra manera", comentó el religioso extremeño en una entrevista telefónica desde la misión de Lowanatom, en la isla de Tanna, la más golpeada por el desastre.

El ciclón, que dejó al menos 11 muertos, fue "lo más fuerte que he podido vivir en mi vida" agregó este misionero al recordar ese desastre que lo pilló en su habitación, en donde quedó atrapado por unas horas hasta que pudo reunirse con los otros tres hermanos en el salón principal de la comunidad en la que habitan.

Pasadas esas horas de angustia, los misioneros se dedicaron a evaluar los hechos y a reconstruir la misión de ese remoto poblado de Vanuatu, cuya gente "está acostumbrada a tener desastres naturales" como ciclones, terremotos, erupciones volcánicas y tsunamis.

Como medida preventiva, días antes, los misioneros habían enviado a sus alumnos a sus casas, comentó el religioso que se educó en un colegio del Sagrado Corazón en Madrid al referirse a los 160 internos de los 200 estudiantes que tiene la escuela técnica en la que trabaja.

"La primera reacción fue limpiar y poner orden. Evidentemente pensaba en mi familia, los otros hermanos de la comunidad en España y otros lugares. No sabía si había habido información internacional porque somos un pequeño país perdido en el mundo", agregó al relatar que el restablecimiento de las comunicaciones se demoraron dos semanas.

El misionero español llegó a las islas del Pacífico a finales de la década de 1970 con solo 18 años cuando se ofreció como voluntario para ayudar a los corazonistas en la educación de niños y jóvenes de esta remota región.

Entonces López expresaba su deseo de quedarse en España, mientras sus otros compañeros soñaban con África o Latinoamérica, hasta que un día se presentó la oportunidad de ir a Oceanía con los corazonistas, que están en la zona desde 1954, "por esas cosas del espíritu".

"En aquel tiempo la mayoría de edad era de 21 años y tuve que pedirle a mis padres permiso para poderme venir aquí y me lo concedieron porque siempre he tenido apoyo muy grande de mis padres, me han apoyado muchísimo en mi educación y en mi misión", recordó agradecido este misionero que asegura haber sentido la llamada de Dios a temprana edad.

La vida en las islas del Pacífico de Nueva Caledonia y Vanuatu "me marcó mucho" a pesar de que "la cultura melanesia es completamente distinta a la occidental", enfatizó López al remarcar que lo que más ha aprendido en esta zona es a cultivar la paciencia.

"Soy occidental, de Europa, de España y lo más difícil en mi vida quizás ha sido adaptarme a la cultura de aquí, saber comprender que las cosas son distintas aquí, saber cultivar la paciencia, que nunca hay prisa en Vanuatu", remarcó.

Con ese ejercicio de paciencia y dedicación, el hermano Antonio tiene jornadas diarias intensas de trabajo que comienzan con la oración de la mañana, la eucaristía, las clases en la escuela, compartir las comidas y las tareas de los misioneros a mediodía y otras actividades en el colegio.

Si eso no fuera poco "después de la cena voy al colegio para ocuparme un poquito en cuidar los problemas de salud y de vida que tienen los alumnos. En una hora de estudio vienen entre 40 a 50 alumnos de media para que les ayude en la salud", dijo López al confesar que "cuando llego a casa duermo porque estoy agotado, pero soy feliz".

Al acercarse la Semana Santa, que en Vanuatu será muy austera por el desastre dejado por el Pam, el misionero confesó echar de menos el fervor de las fiestas religiosas en su país, a pesar de que cada vez que regresa a España se siente fuera de lugar por la rapidez y el ritmo de las grandes ciudades.

"Me gusta la vivencia de la Semana Santa (en España), el fervor religioso es un poco distinto", recordó con nostalgia el sacerdote, al comentar que las misas en Lowanatom se celebran a la intemperie y con un fuerte calor.

Aún así "la esperanza es lo último que se pierde", afirmó López- quien inició en 2001 su apostolado en la misión católica de Montmartre, en a isla de Efate- de cara a la reconstrucción, en la que ayudan los corazonistas españoles, y citar el lema de Vanuatu: "Con Dios saldremos adelante".