Cuando en 1909 cesó la erupción del Chinyero, el panorama era desolador, con 2.700 hectáreas de pinos y plantas sepultadas bajo miles de toneladas de ceniza. Sin embargo, con la lava aún caliente retornó la vida: millones de pequeñas arañas fueron los primeros seres que llegaron al volcán tinerfeño.

Así lo indica Lázaro Sánchez-Pinto, director del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, quien asegura que el volcán Chinyero constituye un laboratorio natural y una excelente oportunidad para estudiar a largo plazo la colonización biológica de terrenos volcánicos recientes y comprender cómo evolucionan los seres vivos en estos ambientes extremos.

Sánchez-Pinto, quien ha escrito sobre el proceso de colonización del volcán, situado en el municipio tinerfeño de Santiago del Teide, asegura que, después de un siglo, las lavas del Chinyero muestran pocos signos de albergar vida por la ausencia de suelo y, sobre todo, por las duras condiciones medioambientales de la zona, causas de una "aparente" esterilidad.

Sin embargo, un recorrido pausado a través de las coladas lávicas revela la presencia de múltiples formas de vida que en un principio no son fáciles de percibir ni de reconocer.