No se suele dar importancia a los golpes en los dientes salvo que causen un desperfecto estético y, sin embargo, un fuerte impacto puede causar complicaciones que pongan en grave peligro la conservación de la pieza, sobre todo si el traumatismo ocurre entre los 6 y los 9 años.

Así lo indica en una entrevista el médico estomatólogo José Ángel Alventosa, miembro de la Junta Directiva del Colegio de Dentistas de Santa Cruz de Tenerife, una institución que en breve comenzará a difundir en facebook, twitter y tuenti información y consejos sobre éste y otros asuntos relacionados con la odontología.

José Ángel Alventosa, que ha sido presidente de la Asociación Española de Endodoncia, precisa que no se suele dar importancia a los golpes en los dientes salvo que éstos se rompan por su parte visible, la corona, y causen un desperfecto estético, cuando "un traumatismo siempre tiene importancia" y puede provocar "muchísimo daño" incluso si el diente no se rompe o no duele, pues pueden ponerse en marcha complicaciones como el aumento de la producción de dentina y se calcifica el conducto donde va el nervio.

Por eso, es el dentista el que debe evaluar y si fuera necesario tratar, o bien seguir la evolución del diente.

Según la velocidad y el objeto que golpee el diente se distinguen varios tipos de traumatismos, como la fractura de corona (la parte visible del diente), de la raíz (la parte del diente que se encuentra dentro de la encía), la luxación (desplazamiento del diente de su lugar en el alveolo dentario) y la avulsión (la pérdida completa del diente del sitio que ocupaba en la boca).

Todas deben ser evaluadas y si se atienden a tiempo, en muchos casos el dentista conseguirá conservar los dientes en su lugar sin necesidad de extraerlos de la boca.

Pero en esto también influye la edad en la que se recibe el golpe, pues cuando los dientes erupcionan, es decir, cuando se ven aparecer por la encía, todavía se están formando las raíces, un proceso que tardarán en completar 3 o 4 años más tarde.

Un fuerte impacto en el diente antes de que haya finalizado este proceso de maduración puede provocar que se rompa la corona, la raíz y detener el crecimiento del diente o provocar otras complicaciones, por lo que "la peor edad para recibir un golpe en los incisivos centrales -las paletas- es entre los 6 y los 9 años, y entre los 7 y los 11 para los dientes vecinos", explica José Ángel Alventosa.

No todos los casos requieren una endodoncia pero es el dentista el que debe controlar periódicamente que no se ha detenido el proceso de maduración del diente pues, de lo contrario, se puede provocar una infección, un absceso interior y unos "pasos de degradación" que pueden ocasionar la pérdida de la pieza.

"Habitualmente los padres se preocupan por el aspecto estético pero es mucho más importante conservar el diente", señala el odontólogo, quien se refiere además a otros tipos de traumatismos como las luxaciones o las avulsiones dentarias, la pérdida completa del diente.

De hecho, éstas últimas son el 1 por ciento de todos los traumatismos dentales, pero sobre todo Alventosa advierte acerca de la falta de información existente sobre qué hay que hacer cuando se produce la pérdida total del diente al recibir un golpe.

Cuando un diente entero cae al suelo por un trauma se produce un estado total de emergencia, "un shock" y si no sabes lo que tienes que hacer, te quedas mirando el diente en el suelo esperando ver qué ocurre, cuando el protocolo es muy simple", tal como se indica en unos folletos editados por la Asociación Española de Endodoncia.

Añade Alventosa que habitualmente los dentistas no suelen ver directamente estos casos de trauma con la suficiente prontitud y por ello es muy importante la labor que pueden hacer en este campo los educadores, los monitores de gimnasio, los pediatras y los servicios de urgencia.

Pero sobre todo, es aún más relevante que padres, niños y jóvenes conozcan las pautas que deben seguir en estos casos.

Lo primero, aunque parezca difícil, es "mantener la calma", y lo segundo que hay que hacer es buscar el diente y recogerlo sujetándolo por la corona, sin tocar la raíz, y enjuagarlo con agua del grifo o suero fisiológico durante un minuto, pero jamás usar jabón, alcohol, agua oxigenada o vinagre ni rasparlo o cepillar la raíz, porque ese diente "tiene pegadas muchísimas células del ligamento periodontal que todavía están vivas".

A continuación se debe intentar colocar de nuevo el diente en su sitio dentro de la boca en la posición correcta y acudir rápidamente al dentista.

Si nadie es capaz de efectuar esta maniobra hay que colocar el diente en un vaso y cubrirlo con leche entera -preferiblemente fría- puesto que la nata mantiene durante más tiempo la vitalidad de las células, y si esto no es posible, llevarlo al dentista manteniendo la pieza dentro de la boca, junto a la mejilla.

Lo que es determinante, prosigue José Ángel Alventosa, es acortar el tiempo que está el diente fuera de la boca pues si supera la hora, se facilita la posibilidad de complicaciones como que aparezca la reabsorción radicular, que puede impedir la conservación del diente.

Cuando el dentista ha colocado de nuevo el diente en su sitio pondrá una férula para inmovilizarlo y al mes siguiente comprobará si la pieza ha mantenido su vitalidad, mientras que al paciente se le darán unas pautas como evitar morder durante unos días sobre ese diente, tomar antibióticos y enjuagarse con un antiséptico.

Sólo existe una excepción y es que si el diente es "de leche" entonces no se debe reimplantar, pues se puede dañar al diente definitivo que aún no ha erupcionado.