HA VUELTO a suceder. Por segundo año consecutivo, en la víspera de Reyes es imposible encontrar en Santa Cruz de Tenerife el iPod Touch. De nuevo, ha sido el regalo de moda. Este complemento electrónico que realiza las funciones principales de cualquier aparato multimedia de los que nos invaden, con su pantalla táctil y conectividad wi-fi, cámara de fotos y vídeo, es un producto del márketing más brillante. Hay otros productos que realizan similares funciones. Unos mejores y otros peores, pero en general más baratos.

Sin embargo, el día 5 de enero era imposible encontrarlo en Santa Cruz. Ni los centros comerciales generalistas ni los especialistas en electrónica, ni siquiera las tiendas especializadas de la marca tenían existencias de tan preciado aparato. Ni en su versión más económica ni tampoco en las versiones de más capacidad, que se mueven por precios menos asequibles. Cuando la crisis azota a España, a Canarias y a Tenerife con más virulencia, un aparato caro, superfluo y con alternativas más baratas en el mercado ha sido sin duda la estrella de ventas de los Reyes.

Es de suponer que las grandes cadenas de comercialización disponen de buenos análisis de mercado capaces de prever las ventas con la suficiente clarividencia como para no perder facturación. Parece lógico que la gente opte por vender en Navidades todas las unidades posibles del aparatito de marras, toda vez que en cuanto pasen estas fechas lo probable es que baje el precio del mismo, como ya sucedió el año pasado. Sin embargo, parece que ni los análisis de mercado más optimistas esperaban un nivel de ventas tan alto, a pesar de la experiencia del año pasado. Y eso que la demanda pendiente fue grande, pues se podía ver a mucha gente preguntando y quedándose con una única respuesta: "No nos queda ni uno, y no sabemos para cuándo habrá más".

¿Cómo se puede explicar esta situación? Estamos inmersos en una crisis de la cual estamos buscando aún culpables, sin darnos cuenta de que somos nosotros y nuestro sistema de consumo quienes hemos determinado en gran medida la generación de la crisis. España mantiene un nivel de deuda pública importante, pero no de los peores; sin embargo, el nivel de deuda privada, la nuestra, la de los ciudadanos, está por las nubes. Cualquier nuevo ajuste del Gobierno para disminuir la deuda pública atenaza a los ciudadanos, incrementando en simétrica correspondencia la deuda privada de quienes no pueden hacer frente a pagos comprometidos, porque les han congelado o bajado el sueldo, porque les quitan la ayuda o porque su empresa deja de tener beneficios.

Vivimos en una sociedad que durante muchos años nos ha acostumbrado a consumir por encima de nuestras posibilidades, puesto que las distintas entidades financieras nos aseguraban que siempre íbamos a tener dinero para pagar las deudas contraídas. Ahora ya no se dan esas circunstancias. Lo esperable, según parece por la actuación de los responsables de aprovisionamiento de los centros comerciales, sería que nos apretásemos el cinturón. Y de hecho ha sido así. Las ventas han caído en casi todos los sectores. Se ha comprado menos y se ha gastado menos en cada compra.

Sin embargo, ahí está el iPod Touch para recordarnos que incluso en las peores circunstancias siempre tenemos la capacidad de perder el tino, gastar lo que no nos toca y arruinar las previsiones de personas poco acostumbradas a fallar, porque el aparatito es tan mono...