La música que ha llevado un grupo de percusionistas canarios a la casa de acogida y hospital "Pablo Horstmann" en la isla de Lamu, en Kenia, ha servido como "punto de encuentro" para que recuperen la autoestima los niños allí acogidos, algunos de ellos víctimas de un maltrato "inimaginable" y que, sin embargo, desarman al visitante con su sonrisa.

Durante doce días los percusionistas de "Zankotada" y del "Bloko del Valle" convivieron con los 250 niños del orfanato de Lamu, que acoge o tutela la organización no gubernamental española "Anidan", fundada por Rafael Selas, quien abandonó su carrera como productor musical para ofrecer un hogar a los niños de la calle de ese país africano.

El escultor y diseñador Gotzon Cañada, padre de Unai Cañada, director de los grupos de percusión, y la bióloga marina Erika Urquiola formaron parte de la expedición, que llevó nueve cajas de tambores a los niños del orfanato.

El orfanato está situado en Lamu, una isla Patrimonio de la Humanidad de la Unesco en la que la pobreza se mezcla con playas paradisíacas en las que veranean Carolina de Mónaco o Keith Richards, quien compartió avión con los músicos canarios.

En Lamu habitan unas 10.000 personas, cuenta con 87 mezquitas y en ella "Anidan" ha instalado un orfanato para 250 niños, de los que 103 están bajo su custodia porque judicialmente se les ha retirado a los padres o han muerto.

El resto están tutelados por "Anidan", que les proporciona comida y educación de día, y de noche vuelven a casa.

"Son historias muy duras. Son niños que han vivido las mayores atrocidades imaginables y que nosotros somos incapaces de asimilar, que aquella niña de sonrisa maravillosa fue violada a los 4 años, otros fueron vendidos para la prostitución, abandonados y maltratados y de repente los ves allí felices", afirma Cañada.

Entre ellos, recuerda a una niña de 12 años con un hijo de 3 -fue vendida- "y luego la ves, se acerca, te sonríe y te come la moral".

Además, el hospital pediátrico de "Anidan" atiende unos 22.000 casos anuales con tratamiento y medicina gratis y hasta allí llegan pacientes caminando desde la fronteriza Somalia.

El hospital ha conseguido reducir en ocho años la mortalidad infantil en la zona del 14 al 1 por ciento.

Erika Urquiola comenta que, en realidad, estos niños ahora "son los más favorecidos porque de salud están más cuidados que nadie, tienen una educación primaria, comen tres comidas al día y tienen cariño. Se les quiere, se les cuida en su salud, en su alma y en su educación".

"Anidan", que también gestiona programas de apadrinamiento y de ayudas para el estudio, edifica ahora la "Casa de la música" al lado del orfanato porque Rafael Selas "veía que la música puede ser un punto de encuentro para que los niños recuperen su autoestima", detalla Cañada.

Son niños que han sido "machacados" y hay que buscar lo que tienen dentro para potenciarlo, y ahí es protagonista la música, pues unos críos que nunca habían cogido un tambor "a los cuatro días estaban tocándolo y, para nuestra sorpresa, eran las niñas las que lo hacían mejor".

Precisamente esto provocó una reunión de los líderes religiosos locales, que no veían correcto que se "expusiesen al público" en un pasacalles las niñas con velo -se lo ponen desde que tienen la menstruación- y que por lo tanto, se consideran adultas.

Los líderes religiosos acudieron al orfanato para saber las intenciones de los músicos y se encontraron con la fiesta de graduación, en la que estaban niñas, madres y mujeres de la zona bailando y uno de los jefes dijo a los percusionistas "tocan con tanta alegría que nos hacen felices: sean bienvenidos".

Así que dieron su permiso para que las niñas tocaran en la calle "a condición de que no bailaran, cosa que evidentemente resultó difícil", explica Cañada.

Erika Urquiola señala: "se ha roto un tabú", pues a las mujeres se les ha abierto "una vía de que pueden hacer otras cosas a través de la música", que les ofrece "una nueva meta de salida del pueblo" para tocar, como han hecho los niños, en finales de fútbol y eventos culturales como el Festival de Lamu.

De hecho, recuerda Gotzon Cañada, un chico del lugar les comentó. "esto es lo más importante que ha pasado aquí desde que vino Bob Marley".

La idea de los músicos es regresar en marzo de 2011, para afianzar la escuela de percusión, con unos 50 tambores y nuevo repertorio que los niños puedan tocar en el próximo Festival de Lamu porque por primera vez en su vida, al hacer el pasacalles, vieron que eran admirados por el resto del pueblo.

"Una niña me dijo que se sentía como una reina, como nunca en su vida", relata Gotzon Cañada, quien advierte: "esto no ha hecho más que empezar. De esta experiencia de doce días va a salir algo muy grande".