Ramón Hernández es un apiterapeuta que utiliza el veneno de la abeja autóctona canaria para tratar a domicilio enfermedades de tipo articular, hernias discales, fibromialgia e incluso depresión, pues estos insectos son acupuntores naturales y su toxina potencia el sistema inmunológico.

La apitoxina genera reacciones bioquímicas en el organismo que potencian el sistema inmunológico, actúa sobre las glándulas suprarrenales produciendo cortisol endógeno -un poderoso antiinflamatorio- y también endorfina, un analgésico natural, afirma Ramón Hernández, uno de los dos únicos apiterapeutas de Canarias.

A pesar de que las personas aún son "reacias" a la picadura de una abeja y acuden al apiterapeuta "cuando están a punto de agarrarse a un clavo ardiendo", Hernández subraya que esta terapia es "noble, muy efectiva y no entraña riesgos ni efectos secundarios si no eres alérgico".

El "padre" de la apiterapia moderna es el checo Philip Ter, que en 1889 presentó en la Universidad Imperial de Viena el primer tratado científico sobre el asunto y sus colegas lo ridiculizaron, aunque él les hizo "callar la boca" al tratar a 660 pacientes que sufrían artritis reumática con resultados extraordinarios.

De hecho, apunta Ramón Hernández, los apicultores son el gremio que menos padece de enfermedades articulares como reúma, artritis y artrosis, cáncer, sida e inflamación de la glándula tiroidea, y son muy longevos.

Posteriormente, en 1920 se empezó a usar en Japón la apipuntura, que es la aplicación de la acupuntura en vez de con agujas con picadura de abejas.

Este apiterapeuta usa una técnica combinada, pues coloca abejas y agujas en diferentes puntos, y usa también parches de sílice sobre los que sitúa diferentes productos de la colmena, como propóleo, jalea real o pomada de veneno de abeja, en diferentes puntos de acupuntura.