¡JOVEN cruz! Desde luego, porque a comienzos del Año Santo extraordinario de 1983/1984, el Santo Padre Juan Pablo II se dio cuenta de que en la basílica de San Pedro faltaba una cruz alta que atrajera la mirada de quien allí rezaba. Hizo, por tanto, colocar en la Confesión una cruz de madera de dos metros largos. Cuando atravesó por última vez la Puerta Santa entregó esta "cruz" a los jóvenes del Centro San Lorenzo y, como si hablara en privado, dijo a los cinco jóvenes que la recibían: "Al acabar el Año Santo, os confío el signo de este año jubilar: la Cruz de Cristo. Llevadla al mundo como signo del amor de Jesús a la Humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo, el Señor muerto y resucitado, hay salvación y redención".

Hasta aquí puede parecer una leyenda. Sin embargo, nada más allá de la realidad. Por ello intentaré explicar el trascendental porqué de este sencillo encargo y del cómo se ha convertido en un acontecimiento de dimensiones inimaginadas. Sé que hablo de una sencilla cruz, de un aparente trozo de madera modelado en el crucero de dos traviesas de dos vigas de madera que aparentemente representan un símbolo manido, viejo, y que para algunos -no tantos como dicen ser- incluso incómoda. Sin embargo, ese cometido se cumplió, y la cruz comenzó su periplo por todo el mundo. Relatar aquí su impacto y trascendencia antropológica es tarea arduo difícil. Espero, con todos y cada uno de mis sentimientos abiertos hacia cada uno de ustedes, ser lo suficientemente veraz en cuanto a que son infinitas las manifestaciones y realidades que ha despertado ese -una vez más- sencillo madero. Un madero que hace auténticos prodigios, y que a los creyentes nos invita a sentirnos plenos de gozo, esperanza y alegría, al comprobar una vez más -y que pese a quien le pese- que Cristo sigue enamorando con sus mensajes. Especialmente y de manera extraordinaria a quienes son el símbolo de la actual felicidad y el proyecto de un futuro mejor del que nosotros les estamos legando: los jóvenes. Incluidos los que no se atreven a manifestar sus creencias, ¿quién sabe por qué urdidas circunstancias?

Esa cruz está en nuestro Archipiélago. Esa cruz llegará y está desbordando cualquier previsión (D.m.). Jesús, el Cristo, que entregó su vida por toda la Humanidad, 2010 años después de su paso terrenal continúa su pacífica y serena presencia, como la que tendrá hoy, día 6, en la ciudad de La Laguna, en su peregrinar a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid 2011.